Y pensar que España podría tener un presidente elegido como Trump, a veces la democracia da miedo. Suerte que el setenta por ciento de españoles votaron a Rajoy, a través de PP, PSOE, Ciudadanos, Coalición Canaria, PNV, la antigua Convergència y otros. Desde esta unanimidad, los votantes alejaban tentaciones disolutas. Las dificultades surgen a la hora de plasmar ese respaldo solidario manteniendo la ficción de las distintas opciones partidistas, y nadie se atreve de momento a abogar por la supresión o unificación de las siglas. De ahí que, dos meses después de las elecciones del 26 de junio, ni siquiera haya fecha fijada para la investidura de un candidato. Los obstáculos no son programáticos. En el pacto propuesto por los populares bajo el epígrafe Coincidencias PP-PSOE-C's, se apuesta valientemente por un "Compromiso con la situación de Siria". En efecto, un enunciado que puede ser avalado indistintamente por Assad, ISIS, Obama y Putin.

La postura dominante exige otorgar la presidencia con carácter vitalicio a Rajoy. Sería un castigo, porque "gobernar es muy difícil". En tiempos de menor exaltación democrática, hubiera sorprendido contemplar a dinosaurios como González, Guerra y Zapatero empeñando su prestigio en apoyo de un líder del PP. Incluso en estos tiempos de pluripartidismo único, produce cierta perplejidad que estos visionarios imbuidos de euforia norcoreana hacia el paseante gallego no empezaran por votarle cuando pudieron hacerlo, tanto en las generales de junio como de diciembre. Así se evitarían la siempre ímproba tarea de convertir a los infieles, y hubieran facilitado la incierta investidura. (No se ha incluido en la relación a Rivera, porque es probable que depositara su papeleta a favor del PP, vista la convicción que despliega en defensa de los intereses populares).

Los entusiastas sobrevenidos del presidente en funciones debieron empezar haciendo campaña en favor del PP en las generales, en lugar de reclamar ahora el sacrificio público de los ilusos que pensaban que había otras opciones. Se alegará que es absurdo imaginar a González votando, rodeado de fotógrafos, tras mostrar su papeleta con la lista de los populares. En cambio, no se considera embarazoso que el vigente secretario general del PSOE se alce en la cámara sagrada de la democracia para expresar su apoyo a la derecha de toda la vida, por no hablar del elevado índice de corrupción del PP. Los antiguos líderes de la izquierda no están manifestando su súbita pasión por Rajoy, sino su desprecio infinito hacia Pedro Sánchez.

Los sofistas de la antigua izquierda recuerdan a los reticentes de la democracia única que es imprescindible que gobierne Rajoy, para que ponga en práctica el programa de PSOE y de Ciudadanos. Es decir, los verdaderos socialistas apoyan al PP, y quienes votaron a Sánchez son unos traidores que deforman el ideario progresista. Admitiendo esta cabriola, aporta un motivo adicional para haber reclamado el sufragio al PP antes de las elecciones, con todas las consecuencias. Visto el carisma de González, hubiera arrastrado a decenas de millones de votantes sin necesidad de someterse a una gira de mitines a bordo de su avión privado. Por supuesto, los popes del PSOE pretendían mantener intacta su ejemplar pureza, que se embarren otros.

Ninguno de los socialistas históricos, que han descubierto en Rajoy a un líder providencial, cuenta con escaño en el Congreso. Es decir, se pronuncian quienes no van a verse obligados a votar al PP, y de ahí solo va un paso a sugerir que se pronuncian porque no han de retratarse en el Congreso a favor de los populares. Lo cual conduce a otra condición previa. Dado el fervor actual de González y familia, por qué no se presentaron a las elecciones, incluso en las filas del PSOE si no quedaba otro remedio. Así podrían orientar desde dentro a los congresistas desquiciados, que insisten en que no fueron votados para facilitar el arrendamiento de La Moncloa a Rajoy a perpetuidad.

En el repertorio de González y los restantes parlanchines de salón, callarse para mostrar respeto a quienes han dado la cara en las urnas no es una opción civilizada, por eso se practica en países salvajes como Estados Unidos. Sin mancharse las manos, pretenden torcer el voto de quienes han apoyado al PSOE durante décadas porque un día respetaron a sus líderes. Pues haber votado a Rajoy, replican a quienes ahora se escandalizan de su contorsionismo. Se les debería arrancar como mínimo el compromiso de que, tras la traición, no serán los primeros en reprochar a Sánchez que se arrojara irreflexivamente en brazos del PP.