En marzo de 1932, Mildred Adams entrevistó a Federico García Lorca para la revista Theatre Arts Montly: Llevaremos nuevamente el Bien y el Mal, a Dios y a la Fe a los pueblos de España, detendremos nuestro camión y haremos que representen su papel en el antiguo teatro romano de Mérida, en la Alhambra, en esas plazas de toda España que son el centro de la vida de la gente. (?) Hemos tenido ese sueño durante mucho tiempo y ahora estamos trabajando para hacerlo realidad". Así anunciaba Lorca el camino que emprendía con el grupo de teatro La Barraca, veintiún itinerarios, de Burgo de Osma (julio de 1932) a Tarrasa (abril de 1936). Los integrantes del grupo usaban como uniforme una especie de mono obrero con la insignia roja, blanca, azul y negra, que Benjamín Palencia pintó para ellos. El pasado jueves, 18 de agosto, paseaba entre los puestos del mercadillo de Ortigueira, la víspera de los ochenta años del asesinato de Federico. "Se lo tiene que probar, si no le queda bien trabajará incómodo en la huerta," me decía el paisano jefe del puesto de ropa de trabajo. "Este me queda bien, seguro, además no es para trabajar en la huerta, es para un homenaje." "¿Un homenaje? ¿Y se va a vestir con un mono de trabajo para un homenaje?" me miraba todavía más incrédulo sin dejar que me llevara el mono azul nuevo, inmaculado y perfecto. "Es largo de explicar. Usted no se preocupe, véndame el mono y en paz", le dije cuando al fin conseguí quitárselo de las manos. "Usted verá, me deja preocupado, yo no quiero vender por vender, es que despois?" Pagué y me fui a brindar por Federico. Después, por la noche, en casa, pasadas las doce, estrené el mono azul y anuncié a mi familia que al día siguiente saldría de esa guisa a la calle. Ante su espanto, desistí, aunque estaban conmigo en lo del homenaje. "Yo soy del partido de los pobres, pero de los pobres buenos". Se supone que son las últimas palabras publicadas de Federico. De su voz, ni un rastro. De sus restos, solo silencio, especulaciones y sospechas, cada vez más sospechas. Ahora escribo esto con mi mono azul, hay que gastarlo para que tome prestancia; después encargaré la insignia de La Barraca y leeré en voz alta Nueva York, oficina y denuncia quizás uno de los más grandes poemas escritos en español desde que esta lengua es tal. Y de sus restos, más silencio. Laura García Lorca debe estar de vacaciones, como Rajoy en Pontevedra.