Es curioso que este mes he oído ya tres veces que Artemi Semidán, Guanarteme de Agáldar y último rey de Gran Canaria, fue un traidor (Lease http://nacioncanaria.blogspot.com.es/2008/02/nombran-hijo-predilecto-de-gldar-al.html?m= ). Pero para mí fue un gran hombre de Estado. Todo esto enlaza con la concepción cainita que tenemos en nuestro país, de la vida en general, y de la política en particular. O estás conmigo o estás contra mí. O con Dios o con el César. A los que se enrocan en una postura inmovilista se les considera unos héroes en sus partidos, personas íntegras que se mantienen en sus ideas caiga quien caiga, pase lo que pase. En cambio, aquellos que intentan llegar a un acuerdo, a un consenso, mirando más allá de los intereses propios y de los de su partido, buscando lo mejor para el pueblo al que representan, se les considera un traidor, un chaquetero.
Estamos acostumbrados al blanco o negro, a la izquierda o a la derecha, al todo o al nada, y afortunadamente la vida no es así. La vida debe ser del color del consenso: con los padres, con los hijos, con el cónyuge, con los trabajadores, con los políticos de otro partido. Si en cualquier relación uno impone su postura, esa relación adolece de un grave problema y acabará rompiéndose. Con el consenso se mejoran las ideas, los proyectos, las relaciones.
Atrévanse. Consensuen una idea con el otro. Da miedo.
Pero es mucho más enri-quecedor que imponer tu propia postura. Y mucho más duradero.
