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Opinión

El guapo y el resultón

Esto va de guapos, que la estética en política ya sabemos lo que cunde. Sí, dije la estética y no la ética, que esa es otra materia. Y va de hermosuras porque a ver quién es el guapo que se opone a la investidura de Rajoy si pacta con Ciudadanos, dijo no hace mucho Fernández Vara, ese barón socialista de verbo suelto y más solera.

Referencias rumbosas al cuerpo no han faltado nunca a nuestros líderes. La más popular es esa que alude a que tienen mucha, pero que mucha cara o aquella, situada más abajo, de que salen por patas cuando no asumen acciones que han sido más feas que guapas.

Pero nunca antes la belleza había tenido tanto peso cuando tus propios afines, léase Vara, te llaman guapo. Nada más y nada menos que todo un gobierno en juego, así que a ver qué crema se aplica el PSOE en ese grano que le acaba de salir en la parte que ustedes saben.

No es presión lo que sufren. Qué va. Son los siete males juntos los que tienen encima con la jugada de Rajoy. El muy resultón -galán, lo que se dice galán, pues no es- lleva estudiando el calendario desde que está en funciones. Yo diría que es lo único que le ha ocupado la agenda, caminatas aparte, desde las últimas elecciones.

Como digo a mis hijos, el que estudia -aunque no encuentre trabajo- algún día tendrá su recompensa. Premio que ya alcanzó este resultón, aspirante a repetir gobierno: o Pedro Sánchez lo deja gobernar o será el culpable de unas terceras elecciones. Y, además, en Navidad.

Ole, ole y ole las lecciones de cómo se puede moldear un calendario para convertirlo en diabólico. Así se entiende la semana que dejó pasar Rajoy para consultar con su comité ejecutivo las propuestas del giro al sí de C's, asunto que todos sabemos que ni iba ni tenía necesidad de consultar.

Sólo faltaba que un líder de estructura vertical, de esa gallardía y porte, se ponga a debatir asuntos ya estudiados, decididos y pasados por ese tamiz marca de la casa del mí-me-conmigo.

Pero todo vale para vestir el muñeco, cuadrar el 30 de agos-to para celebrar la investidura y poner el 25 de diciembre como el día en el que los libros de tex-to recuerden que un tal Sánchez, el guapo, nos hizo ir por prime-ra vez a las urnas con el turrón en una mano y con el voto en la otra.

Es que me da la risa floja sólo pensarlo, incluso más que ir a unas terceras elecciones (o no). Un Papá Noel resacado, con la barba despegada, con el menú de la cena de lamparón en el traje y vacilando en un colegio electoral, es la primera imagen que se me viene a la cabeza. Digna de dar la vuelta al mundo en los diarios digitales, sección innovación.

Salvo que el coqueto socialista escuche los piropos de Vara, se desdiga del no-es-no y en la sesión de investidura, momento votación, permita ir al baño a una parte de su grupo a retocarse los labios (ellas) y a recomponerse el peinado (ellos) o viceversa, que tampoco vamos a estar aquí con opciones sexistas.

En cualquier caso, vaya papelón porque Pedro Sánchez será guapo pero mira que Mariano Rajoy es resultón.

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