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Rubén Reja

El análisis

Rubén Reja

El oro del esfuerzo

Los Juegos Olímpicos de Río bajan el telón de la competición deportiva más mágica del planeta. Atrás quedan dos semanas de emociones y récords en una ciudad que logró salvar los problemas organizativos, la maldita amenaza terrorista y el temido mosquito Zika. Un evento seguido por millones de personas y donde se posaron todos los focos mediáticos.

El país carioca, que atraviesa una verdadera pájara socio-económica, cumplió sin demasiadas alegrías con la cita deportiva. No obstante, los réditos olímpicos siempre llegan a medio plazo para las urbes que han albergado unos Juegos. Con Barcelona 92, la ciudad condal multiplicó su prestigio y lo mismo le sucederá a Río. Hablar de Olimpiadas es hacerlo de desarrollo, de proezas y sacrificios. El amateurismo como estuvo concebido los Juegos en sus inicios se ha transformado en muchos casos en profesionalismo de élite. Súper deportistas, que se fajan por abrazar la gloria hasta la extenuación. Sin embargo, no solo de éxitos vive el hombre y la frase de Pierre de Coubertin (fundador de las Olimpiadas modernas) que decía que lo importante es participar, pero con honor y esfuerzo se confirman una vez más. La entrega sobrehumana de Rafael Nadal perdiendo la medalla de bronce o la de las dos atletas que se ayudan para reiniciar la carrera tras tropezar es la verdadera imagen del olimpismo. La ovación cerrada al abanderado español por su impronta en la cancha tras caer eliminado quedará en la retina de los amantes del deporte. Nadal que está empeñado en emparentar de por vida a la épica y el deporte se erige en leyenda viva, capaz de alumbrar la senda de futuros campeones.

Se trata de fundir el deporte con la cultura del esfuerzo y la dedicación. El ansiado triunfo, siempre efímero, no solo es la objetivo final, sino que detrás hay una dedicación que debe ser reconocida. El oro macizo es sinónimo de perfección, pero también el esfuerzo y la entrega son color oro.

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