La Provincia - Diario de Las Palmas

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Volando bajito

Marisol Ayala

A escondidas

La vida la ha sacudido con fuerza pero ha remontado en silencio, con los suyos, sin ruido. Un cáncer y la muerte de un hijo. 26 años. Días antes de la madrugada que cambió su vida compartimos experiencias, una de ella, un atrevido reportaje en el que cinco mujeres decidieron posar con toda la crudeza de su enfermedad. Colaboró ilusionada en aquel trabajo que pretendía ser impactante. Lo fue. A pecho descubierto. Las fotos se realizaron en una casa de Las Canteras, entre risas y nervios. Las mujeres y un fotógrafo. Juntas vivimos la preocupación por una imagen rompedora que daría que hablar. Nadie sabía que finalmente la foto ocuparía la primera página. Cuando lo supe me asusté pensando en ellas. Un día la rescaté del archivo y desapareció. Se hizo para aquel día y no más.

Meses después una dudosa asociación organizó una cena para recaudar fondos que permitieran adquirir un mamógrafo que nunca vimos. En eso estábamos, en la cena, digo, cuando en noviembre de 2002 un accidente puso fin a la vida de Kiko, su único varón, 26 años. Estaban muy unidos y se instaló al borde del abismo, acompañada por la soledad. Hasta la tv la veían juntos; compraron una manta grande que los cubriera a los dos. Más tarde esa manta le dio calor cuando el dolor redoblaba su intensidad y la mantenía en vela.

Se refugió en su dolor, en sus íntimos y en resucitar, que no era poco. Regaba de lágrimas media casa. Nos veíamos alguna vez y hablábamos en otras. Se borró de todo menos de los amigos de su hijo que nunca la dejaron sola. Le compraron unas alas con las que comenzó a volar. El dolor era punzante. Una madrugada me contó la exposición de pintura que tenía preparada. Hoy sé que en esa incursión tuvo mucho que ver su escuadrón. Uno de ellos llegó a casa y le dijo preocupado: "Carmina, así no puedes seguir?" "Tengo que descansar mi cabeza", contestó. Había pintado de jovencita y los listos tiraron de ese hilo. A escondidas le organizaron todo, sala y exposición. Y hasta representante. "Toma 500 e, quiere ser tu representante, le conocerás. Si vendes se lo devuelves".

Todo era mentira. Ni había representante ni había 500e. Fueron ellos. Sin saberlo los amigos de su hijo le abrieron una puerta que la ilusiona, la hace feliz y vende, que yo lo sé. De la enfermedad ni habla.

Pintar, su mejor terapia.

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