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In memóriam

José Antonio Morillas Brandi SJ

La buena noticia es que Dios lo resucitará. Para eso es Dios, para dar vida. Por puro amor. Para dar vida. Dios lo resucitará. No, por supuesto, no sabemos cómo, ni cuándo, ni tenemos una idea ni meramente aproximada de cómo lo hará Dios. En la Biblia, cuando se habla de la vida junto a Dios, se dice que es como un banquete grande en el que cabe la humanidad entera, o se nos dice que es como un coro inmenso en el que todo el mundo canta. Me imagino que sea como sea, queremos estar ese día, también con José Antonio Morillas, su chilaba, sus calcetines de colores, su mirada franca, su risa y su bicicleta protestona. Dios lo resucitará y esa es la buena noticia.

La buena noticia es que Dios lo resucitará porque José Antonio ha elegido vivir. Ha vivido. Es posible que hoy, cuando quienes lo conocimos, hablemos de su vida nos parezca que 69 años, la edad con la que ha fallecido, nos parecen pocos, pues la esperanza de vida supera hoy los ochenta en nuestra sociedad. Sin embargo, José Antonio Morillas ha elegido vivir esos años con una intensidad impresionante. Ha vivido con ganas, con muchas ganas. Ha vivido la fiesta, el carnaval, el deporte, la celebración, el trabajo, la jubilación, la docencia, la amistad, el estudio, la escritura, la Palabra? todo lo ha vivido con una intensidad asombrosa, extraordinaria. Sean muchos o pocos, lo que sí podemos decir, es que los ha vivido con una intensidad enorme. Extraordinaria. Profunda.

La buena noticia es que Dios lo resucitará porque José A. Morillas Brandi nos deja un regalo inmenso: la familiaridad con Dios que no se quedó para él, sino que nos la contagió, nos la transmitían sus ojos, su palabra, sus gestos, sus actos. José Antonio nos ha hecho amigas y amigos en el Señor. Nos ha enseñado a rezar mientras recorría vestido de colores chillones nuestro carril bici, nos ha enseñado a leer la Palabra con el periódico del día anterior en la mano, nos ha enseñado a bendecir la amistad, el matrimonio, el amor, la gratuidad, la pasión, la política, la ciudadanía, la ciencia, la enfermedad.

La buena noticia es que Dios lo resucitará porque José Antonio, nuestro amigo, nuestro compañero, nuestro hermano, es de verdad. Nunca fue un santurrón de plástico. Siempre olía a oveja. Su vida ha estado hecha de los mismos materiales que estamos hechos todas y todos: amor, pasión, pecado, gloria. No se parecía a los modelos de perfección que plasmamos en nuestros sueños o en nuestras imágenes. Es un hombre con errores, equivocaciones, fallos. Por ser de verdad, porque podemos enfadarnos con él y decirle que así no, porque nos echaba unas broncas tremendas, porque nos aconsejaba con cariño, porque asumía sus errores, porque se cansaba y seguía adelante. Era de verdad, no era un sueño, no ha sido un angelito del cielo, sino alguien hecho de barro, de tierra, de alisio y agua.

La buena noticia es que Dios lo resucitará, porque José A. Morillas ya está viviendo de otro modo en medio de nosotros. No se trata de convertirlo en un recuerdo del pasado, no se trata de añorar su presencia, no se trata de que nos reunamos para decir qué bueno fue. Se trata de que vivamos su regalo: la amistad, la servicialidad, la cercanía, el compromiso, la fiesta. José A. Morillas vive en el Señor, aquí con nosotros, de un modo nuevo, diferente. No es un recuerdo. No es una añoranza. Él, como su Señor, el Cristo, es vida, está vivo, nos da su vida.

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