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Opinión

La fiesta y los bachilleres de Artenara

La devoción a la Virgen de la Cuevita empieza a tener arraigo popular hace poco más de un siglo cuando en 1912, con motivo de unas misiones de los RR PP Paúles, el pueblo de Artenara es convocado a consagrarse a la Señora, ya que hasta entonces estaba limitada a un ámbito doméstico. Hubo que esperar hasta 1928, cuando se lleva a cabo la primera expresión festiva con la denominada Fiesta de los Estudiantes, organizada por los jóvenes de la localidad que, amparados en su protección, esperaban tener éxito en sus tareas académicas. Estudio y fe siempre han estado muy cercanos. Sin embargo, un impulso significativo, aunque de distinto rango, lo alcanza a partir de 1939, cuando los excombatientes de la guerra civil, en el marco del nacional catolicismo, se comprometen a su celebración, que llegaría hasta 1963 cuando la Virgen es nombrada Patrona de las Agrupaciones folclóricas canarias. Desde entonces, el folclore ha dado color a esta devoción cumbrera.

El hecho de que en sus orígenes hayan sido los estudiantes los promotores de esta fiesta se ha recordado este año en que se conmemora el centenario (1916-2016) de la creación del Instituto General y Técnico de Las Palmas, con la actual denominación Pérez Galdós, y que ha sido un acontecimiento que se ha proyectado en toda la Isla por el significado de progreso cultural y educativo que marcó su apertura en 1916.

Artenara no ha estado al margen de ello y la Corporación municipal no dudó en conceder la Insignia de Oro del municipio a esta institución educativa que de manera directa ha propiciado la formación de más de un centenar de jóvenes de la localidad a lo largo de su devenir histórico. Es el primer centro financiado con fondos públicos, y ello posibilitó el acceso al bachillerato de muchos alumnos naturales de Artenara que luego continuaron su formación tanto en la Escuela de Magisterio como centros profesionales, Universidad o en sectores de la formación profesional y empresarial.

Tras la distinción otorgada por nuestro municipio, se fueron añadiendo otras instituciones como el Cabildo, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, la Escuela de Arte Luján Pérez, la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias y el Ayuntamiento de La Aldea de San Nicolás. Estos reconocimientos ponen en valor la proyección cultural y educativa a lo largo de un siglo, y, sobre todo, si consideramos el esfuerzo que en los años previos a su creación en 1916 costó su logro por parte de la sociedad grancanaria:

"Para hacer realidad la creación del Instituto, el Cabildo, en sesión del 3 de agosto de 1915, acuerda que tendrá las mismas cátedras que los Centros del Estado. Durante este año, el entusiasmo de la población de Las Palmas aumentó. Son momentos de esperanza pero también de lucha: Nuestro pueblo quiere elevar en todos los sentidos el poder de la cultura? Extirpar la ignorancia y desterrar el temor que ella inspira, por eso, la petición elevada a los poderes públicos tiene todo el valor de los ideales patrióticos. El Instituto representa una tradición y una legítima aspiración del pueblo canario, por lo que anima a luchar con insistencia, con entusiasmo y con energía".

Esta referencia documental expresa por sí misma el compromiso de las instituciones y de la ciudadanía con el progreso de la formación como una llama que nos invita a tener siempre encendida.

Si observamos la dinámica poblacional del municipio cumbrero, partiendo del último tercio del siglo XIX, se pone en evidencia que las limitaciones económicas y las características del medio plantean en los jóvenes de la localidad pocas opciones para su desarrollo. Si nos ceñimos al ámbito educativo, tras la formación primaria, el Seminario es la institución más asequible y que atrae a algunos jóvenes de la localidad. Las chicas, en algunos casos, optan por las tareas domésticas en su propia casa, por la entonces denominada 'cultura general' que adquieren en algún centro religioso, o por la asistencia en el servicio de familias de la ciudad. Por tanto, es preciso esperar a la creación en 1916 del Instituto General y Técnico, financiado con fondos públicos, para que se produjera un interés por la formación académica de manera más popular, extensible a toda la Isla.

Como una página significativa de la historia de la educación en Artenara, es necesario reseñar que el deseo de facilitar tanto la formación de la numerosa prole como su proyección laboral convierte en una constante la emigración de muchas familias. A lo largo de los cien años de su existencia, los alumnos de Artenara inician el bachillerato en el Instituto Pérez Galdós. Si bien en otros municipios existen colegios privados o academias regladas que preparan a los alumnos para el ingreso y el bachillerato, en Artenara los propios maestros de las escuelas preparan ocasionalmente a algunos de sus alumnos para realizar el ingreso en el instituto y raramente los primeros cursos del bachillerato elemental, siendo recordada la tarea llevada a cabo por los maestros Ezequiel Sánchez, Ignacio Quintana, José Fuentes, Candelaria Rivero, Clorinda Díaz y Francisco Bolaños.

Aunque la casuística es muy variada, algunos jóvenes, al terminar la enseñanza primaria en el municipio, ingresan en el Seminario o en centros de aprendizaje profesional, que a su vez disponen de residencia; otros residen en casas de familiares o alquilan de manera compartida viviendas o habitaciones en barrios cercanos a los centros educativos. Tras esta referencia sociocultural y educativa, se puede adivinar el esfuerzo de las familias de Artenara para dar estudios a sus hijos, a la vez que indica el vínculo humano de nuestro pueblo con el instituto matriz desde los años iniciales de su creación en 1916 hasta 1970, en que se aprueba la Ley General de Educación (LGE).

Si nos remontamos a décadas precedentes, antes de la llegada de la carretera a Artenara en 1939, los jóvenes del pueblo se desplazan hasta Las Lagunetas, primero, y luego hasta la Cruz de Tejeda, a lomos de cabalgaduras guiadas por arrieros, lugares de arribada del coche de hora. Tras la llegada de la carretera general, los muchachos de Artenara que estudian en régimen de matrícula libre, para realizar los exámenes viajan en el coche de hora que partía de la plaza a las 6.30 de la mañana, y, luego, en el mismo coche de hora se suman algunos alumnos de Valleseco y de Teror.

Para los jóvenes de nuestra localidad, antes de la Ley de 1970 en que se generaliza el acceso a la enseñanza secundaria, no es fácil acceder al estudio de enseñanzas medias. Sin embargo, y aquí está la satisfacción de las familias artenarenses, cerca de un centenar de muchachos y muchachas, al acabar la enseñanza primaria en cualquiera de las escuelas de la localidad, ingresan en el instituto capitalino, mientras en otros pueblos existen centros como el Cardenal Cisneros, en Gáldar; Dominicas y Salesianos e Instituto Laboral, en Guía; Salesianas y Colegio Labor, en Telde; Padres Paúles, en Lomo Apolinario; Colegio Salesiano y Dominicas, en Teror, entre otros.

Para los chicos y chicas de Artenara, el único instituto público existente en la Isla se convierte desde el primer momento en una segunda casa de formación porque allí se refuerza su formación académica y valores sociales, una relación amplia de amistades y conocimiento de los gestos urbanos. Y así, un centenar de alumnos de Artenara, que desde los primeros años de su creación son acogidos entre sus paredes físicas y espirituales, el saber de sus profesores y el compromiso social desde la temprana etapa del bachillerato. Y eso, por sí solo, es una fiesta marcada a sangre en la biografía de muchos ciudadanos oriundos de la cumbre isleña.

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