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La oportunidad perdida de Sánchez

Hay suficiente inteligencia política para buscar una salida acorde con la compleja situación que deja la investidura fallida de Rajoy? Tras la sesión de ayer en el Congreso, los signos de que esta hornada de representantes públicos pueda dar son la solución son muy poco prometedores. Consumada la derrota de Rajoy que buscaba la mayoría, empieza una carrera contra el calendario sin perspectiva de dar satisfacción a la fragmentada voluntad de los electores.

Pedro Sánchez, tan previsible en la defensa del rechazo al candidato como pudo serlo la víspera el propio aspirante al argumentar su inevitabilidad, eludió aportar indicios de cómo piensa librar esta parálisis. Despejado el no a Rajoy, todavía quedan otras dos negativas: a encabezar la alianza de "mil colores", que tanto miedo provoca en el PP, y a unas terceras elecciones.

El líder que Sánchez aspira a ser perdió la oportunidad ayer de abrir camino, de decir en qué consiste su solución, con independencia de que luego tenga que someterla a debate en su partido. ¿O es que el secretario general del PSOE carece de una idea propia sobre cómo afrontar este delicado momento institucional que pueda sostener ante los suyos? Era la ocasión de que Sánchez se anticipara a quienes en enero le impusieron desde dentro unas condiciones tan restrictivas que lo sorprendente hubiera sido que no acabara en el despeñadero.

A diferencia de otras coyunturas, los socialistas, en su momento más bajo, carecen ahora de la fuerza parlamentaria que se requiere para articular una alternativa. Pablo Iglesias -todavía astifino, pero más suave, quizá por efecto del millón de votos perdido en junio- fue ayer, junto con los nacionalistas, uno de los que insistió en tentar a Sánchez. Con todos ellos persisten las mismas diferencias sobre asuntos medulares que hicieron imposible investir al candidato del PSOE la primavera pasada. Entenderse ahora exigiría a las partes tantas renuncias que más parecería que están tratando de conformar un Gobierno de emergencia frente al PP que una opción sostenible y con futuro. Aunque quizá haya quien piense en una salida de corto alcance que permita la ruptura con el tiempo de Rajoy, resarcir mínimante sus efectos y aplazar unos meses las terceras elecciones.

Hay dudas sobre el lugar que ocuparía Ciudadanos en la búsqueda de esa dudosa alternativa. El cándido Rivera reconoció ayer que desconfía de Rajoy, al tiempo que -maravillosa prueba de su bipolaridad- desgranaba el acuerdo sobre el que el candidato pasó de puntillas la víspera. ¿Cómo se llega a la impostura de firmar un pacto con un socio del que ni siquiera te fías?

El líder de Ciudadanos, que se sigue pretendiendo angelical pero ya no es inocente, resucitó la dicotomía entre la vieja y la nueva política, tentación maniquea de quien es partícipe de las antiguas componendas, al cercenar que el Congreso tenga todo el protagonismo que le corresponde con su apoyo a que una exministra de Rajoy se convierta en la tercera autoridad del Estado. Todo a cambio de que su diputado asturiano, Ignacio Prendes, se siente a la derecha de Ana Pastor, a quien la sospecha de parcialidad coloca de continuo en el punto de mira parlamentario, como ayer se pudo comprobar en varias ocasiones.

El acuerdo con Rivera prueba, según Rajoy, su disposición a corregir políticas pasadas. Los 180 votos contra los que se estrelló ayer muestran que hay una mayoría en el Congreso para la que esa rectificación resulta insuficiente. Pedirle que vaya más allá sería obligarlo a renunciar a buena parte de lo que proclama como éxitos, tortura inhumana para quien ayer llegó al paroxismo de identificar su reelección con la regeneración democrática. Quizá en su partido haya alguien dispuesto a evitarle semejante sevicia.

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