Jabois ha aportado una de las grandes expresiones de nuestro tiempo político: el melasudismo. Ciertamente ha aplicado el hallazgo semántico, un tanto limitadamente, al PP y a ese extraño mito medio céltico y medio pitufo, Mariano Rajoy. El melasudismo es la nueva ideología de cualquier organización política una vez que la política ha desaparecido en el horizonte colectivo y quedan las emociones, el espectáculo televisable y las redes sociales como sus atribulados deudos. Sí, efectivamente, al PP se la suda todo. Rajoy no se ha movido un centímetro para conseguir ampliar una hipotética base parlamentaria para su Gobierno. Se la suda presidir un partido tan infectado por la corrupción que cuando dejan abierta una puerta se escuchan nítidamente los eructos de los comisionistas. A sus conmilitones se la suda la situación del país, el basuriento programa electoral que han presentado, las docenas de compañeros investigados y procesados judicialmente, la constatación pública de las mentiras oficiales. Ha sido Albert Rivera el que se ha puesto a su disposición porque a Rivera también se la duda entrar en contradicción directa con su veto a Rajoy de apenas hace un mes. Al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se la sudan unas terceras elecciones, y al compañero Pablo Iglesias se la suda muchísimo que sea en realidad imposible muñir un Gobierno con media docena de fuerzas políticas, alguna de las cuales tiene como objetivo prioritario destruir el Estado español, y sigue insistiendo en sumar fuerzas de una izquierda cuya mayoría aritmética solo existe en su imaginación.

Sin embargo, puestos a ser sinceros, el melasudismo menos comprensible es el de Coalición Canaria. ¿Por qué firma un pacto CC con Mariano Rajoy para votar favorablemente a su investidura? Cuando lo hacen los coalicioneros -e incluso Rajoy- ya saben que no habrá investidura alguna, porque nacionalistas vascos y catalanes no votarán a un sujeto que ha castigado fieramente las haciendas autonómicas mientras seguía practicando un trapisondismo presupuestario desvergonzado en la Administración central. Los coalicioneros deben saber perfectamente que eso de excluir Canarias de los nuevos recortes exigidos por Bruselas no deja de ser una fantasiosa necedad. Los coalicioneros, en resumen, saben muy bien que Rajoy no contará con un puñetero euro para planes integrales de empleo o para revitalizar la obra pública en el Archipiélago. Es como si los dirigentes de CC estuvieran instalados a finales de los noventa, cuando en vez de un diputado eran cuatro y el país no vivía encallado en una profunda y estructural crisis económica, fiscal, institucional. Lo firmado por Rajoy no vale ni el papel en el que está escrito, pero a CC se la suda también. Claro que hay que aparentar que no te la suda pensando en las terceras elecciones y en salvar el escaño. Hay que aparentar que Rajoy negocia, que Barragán es Cavour, que aquí, como allá, existe algo así como un proyecto de país, un futuro más o menos habitable, una razón para votar que sí, que Rajoy es aceptable como animal de compañía. Y si no es así, se las suda.