Rajoy y De Guindos están en China, en Hangzhou, en la cumbre del G20, por lo que tienen razones más o menos exactas para explicar en chino el ascenso a los cielos de Soria. Y hay que ver lo que da de sí este idioma a la hora de aplicarlo a los escalafones: un mero trámite técnico donde el funcionario (no el de las penurias galdosianas, con la levita gastada y manchada), visto el menú de los destinos más libidinosos, opta por solicitar la vacante del Banco Mundial, donde una plutocracia de purasangres se mete en el buche 16.000 euros mensuales a la vez que hace informes sobre la crisis que va y viene. "Es un funcionario", esgrimen bajo la protección de Xi Jimping. El heredero de Mao alucina: al capitalismo rojo no se le cae ni una pestaña, coloca medallas sin que nadie del pueblo le perturbe. Hemos tenido que viajar hasta Hangzhou para meter la nariz en el poder, olisquear los favores y abrir los sobacos del Estado que está por encima del bien y el mal. ¿Qué importa una dimisión por los papeles de Panamá? ¿Qué más da una, dos o tres mentiras? Y frente a ello, otra respuesta en chino: una comisión de expertos, con sus cabezas metidas en escafandras, aislados con un traje ignífugo, con una traba en la nariz, sumó los méritos acumulados, añadió bienios y trienios de antigüedad, miró el máster de Harvard, analizó el nivel funcionarial, recorrió con la yema del dedo las recomendaciones ministeriales, añadió las de Moncloa, metió en la trituradora los informes malévolos... Y dijo lo que se suele decir en China: no existe mancha que colapse la marcha triunfal. Y ante el mínimo rebuzno sobre la inconveniencia de la decisión en el lodazal del no gobierno, el momento álgido al que recurre la magna autoridad. Xi Jimping mueve afirmativamente la cabeza, pues nada de nada puede afectar al imperio de la ley. ¿Qué son unas empresas en paraísos fiscales frente a una oposición de Técnico Comercial del Estado? Nada. El mandatario chino y Rajoy están de acuerdo.
