La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El análisis

La degradación del terreno

Como si de un ejército se tratara, la polución nos ataca por doquier: tierra, mar y aire. Las dos últimas (la marina y la atmosférica) son más conocidas, pero la referente al suelo está menos divulgada. A pesar de su delgadez, respecto a la cubierta del aire que nos envuelve y a la película de agua que baña la Tierra, el suelo sólo representa una finísima capa superficial pero de trascendental valor, pues sobre él se asientan infinidad de seres vivos (plantas y animales). Procede de la meteorización física o mecánica (gelifracción, descompresión, expansión térmica, actividad biológica) y química (disolución, oxidación, hidrólisis) de las rocas; procesos donde juegan un papel esencial los agentes climáticos. Esta acumulación de pequeños fragmentos pétreos es lo que en geología se denomina "regolito", pero un suelo es bastante más complejo, porque combina esta materia inorgánica con otra orgánica (humus) en proporciones muy variables, a las que deben añadirse los espacios porosos por los cuales circulan agua y aire. Las alteraciones que puede sufrir este soporte vegetal tienen integrantes naturales (por ejemplo, el vulcanismo o la erosión) y antrópicos. Son determinadas prácticas humanas las que se tratarán en este artículo con la intención de explicar la entrada de sustancias sólidas, líquidas o gaseosas en el medio edáfico, ocasionando su deterioro, con efectos negativos en los ecosistemas y la salud. ¿Cuáles son los principales contaminantes con el hombre como responsable? La lista se podría hacer interminable: plaguicidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas), derivados del petróleo, minería, plásticos, materia orgánica, solventes, fugas radiactivas, etc.

El pujante dinamismo industrial constituye una de las mayores afecciones edafológicas. En primer lugar mencionar las extracciones minerales que impliquen el procesamiento in situ de las materias primas arrancadas, lo que suele provocar intoxicaciones por compuestos orgánicos y metales pesados, amén de un envilecimiento paisajístico. El mecanismo fundamental de movilización natural de los cationes metálicos es el de "biometilación", que hace reaccionar los iones (especialmente mercurio, plomo, arsénico, níquel, cromo, estaño, selenio y teluro) con determinadas sustancias orgánicas naturales, modificando tajantemente sus propiedades físico-químicas y biológicas, incluyendo un aumento de su toxicidad. Asimismo, los procesos de ingeniería metalúrgica -tanto del hierro y acero, como la no ferrosa- generan potenciales impactos medioambientales, al producir grandes volúmenes de sobrantes sólidos, aguas servidas y emisiones atmosféricas nocivas. El uso de fertilizantes y abonos superficiales en las labores agrícolas ha experimentado un palmario ascenso. Muchos productos -caso de los organoclorados, empleados debido a su acción insecticida- no son biodegradables y permanecen, por tanto, mucho tiempo sin descomponerse, actuando en las cadenas alimenticias con grave riesgo de bioacumulación. Igualmente, la eliminación de los residuos domésticos es un tema preocupante, pues no se recicla más que una parte de ellos. La mayoría van a parar a los vertederos que, expuestos a los agentes atmosféricos, forman lixiviados -algunos muy dañinos en dosis altas-; además, si las condiciones del sustrato son permeables, pueden infiltrarse y afectar a los acuíferos subterráneos. La deforestación -incluyendo la producida por los incendios- influye en la calidad del suelo, inutilizando ocasionalmente amplias áreas.

La ausencia de arbolado favorece la erosión de la capa más superficial y la subsiguiente desertización del lugar. ¿Cómo se pueden solucionar tales desaguisados? No cabe duda de que el mejor remedio es la prevención, seguida de un cambio del modelo productivo, atajando las malas praxis. Todo ello debe de ir acompañado de campañas de reciclaje, depuración de los desechos y de las aguas residuales, y del tratamiento de los vertidos industriales. Una buena estrategia para mejorar las tierras infectadas es la "biorremediación", técnica que se sustenta en utilizar microorganismos (bacterias, algas y hongos), plantas o nematodos. Las bacterias -los seres vivos con mayor capacidad metabólica- pueden aniquilar los contaminantes, tanto en ambientes con oxígeno (aeróbicos) como carentes de él (anaeróbicos). Determinadas especies llegan a reducir componentes tales como el tolueno o el naftaleno, pesticidas, aditivos de la gasolina o incluso sustancias deletéreas como el cianuro potásico; otros transforman compuestos químicos peligrosos en otros con menor toxicidad, caso de metales pesados. Un asunto muy sugestivo y de enorme interés es el de las bacterias transgénicas, usadas para extraer elementos de provecho a partir de remanentes fabriles y mineros, y para eliminar los vertidos de petróleo o el sulfuro causante de la lluvia ácida. Así pues, la biorremediación representa una metodología de gran utilidad cuando se precisa restaurar un hábitat impurificado, hecho de excepcional trascendencia, ya que la disponibilidad de buenos terrenos es crucial para poder alimentar a una población mundial con un crecimiento a ritmo exponencial.

Compartir el artículo

stats