La selección española arranca su particular regeneración balompédica. La catarsis no será completa, ya que la esencia del juego bonito sigue instalada en los fusibles de un equipo campeón. El objetivo inmediato: hacerse con un puesto directo en el próximo Mundial (Rusia 2018). Los primeros pasos, más que alentadores, vislumbran una forma de entender el fútbol donde la velocidad del balón y el toque son el ADN de un equipo que de forma natural ya lidera David Silva.
The Merlin, como le llaman en Inglaterra, atraviesa el que puede ser el momento más álgido de su carrera. El de Arguineguín representa, sin lugar a dudas, eso que gritaba el malogrado Andrés Montes en cada retransmisión: un jugón. Este deportista, elegancia en estado puro, transmite una serenidad infinita y le da una frescura al juego en su conjunto que a buen seguro regalará muchas alegrías a la afición.
Silva, que abraza la treintena, tiene hambre de victorias y, si las lesiones le respetan, está llamado a ser leyenda. De momento, ha superado al histórico Buitre -Emilio Butragueño- como anotador en la selección nacional con un total de 28 dianas.
A su lado, ha surgido con mucha fuerza Víctor Machín, Vitolo. El descaro yel desequilibrio que está mostrando el jugador del Sevilla le harán, con total segurida, un fijo en el once de España.
La conexión grancanaria que forman David Silva y Vitolo es la chispa de futuros triunfos y un pilar fundamental de la nueva selección. El seleccionador nacional Julen Lopetegui, de hecho, ya ha fijado su mirada sobre los jugadores de la Unión Deportiva Las Palmas Roque Mesa y Jonathan Viera, a quienes sigue muy de cerca para su posible incorporación al equipo español absoluto.
A este paso, todo apunta a que la Roja de todos se teñiría todavía más de amarillo canarión. Goles y espectáculo, garantizados para la nueva España de Lopetegui.
