Los apenas 300 ejemplares del pinzón azul de Gran Canaria, el ave cantora más escasa de Europa, sobreviven en menos de 20 kilómetros cuadrados y están a punto de ser catalogados como especie propia. Dos estudios de las universidades de Oslo y Estocolmo concluyen que sus diferencias con con el pinzón azul del Teide, o de Tenerife, son tantas y tan profundas que han pasado a ser "primos lejanos". Por tanto, el pinzón azul de Gran Canaria merece independizarse como especie.

Los pinzones no son unas aves cualquiera para la biología, más bien al contrario: su nombre está escrito con letras capitales en la historia de la ciencia desde 1835, cuando Charles Darwin arribó a las Galápagos a bordo del Beagle y se asombró por las curiosas diferencias que presentaban sus picos según la isla donde estuvieran. La facilitad de los pinzones para adaptarse a su entorno ha inspirado desde entonces numerosos estudios sobre la evolución de esta familia de aves, sobre todo en los archipiélagos oceánicos, donde el aislamiento hace aún más evidente su diferenciación.