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Papel vegetal

Una manzana demasiado poderosa para nuestro gusto democrático

Qué broma es ésta de que la multinacional de la manzana, la compañía de mayor valor bursátil del mundo, sólo haya tenido en 2014 que pagar en Irlanda un 0.005 por ciento de sus beneficios en concepto de impuestos?

¿Cómo es posible que, gracias tanto a una hábil ingenie-ría fiscal que permite mover sus ganancias entre unas filia-les y otras como al trato de favor del Gobierno de Irlanda, por cada 1.000 millones de euros ganados Apple haya terminado pagando tan sólo 50.000 euros?

¿Qué clase de Europa es la que permite tamaña competencia desleal de uno de sus Estados miembros, que, para atraer a empresas extranjeras a su territorio, les ofrece tan espectaculares semejantes rebajas de impuestos?

Porque no es tampoco el otrora llamado "tigre celta" el único Estado europeo en dedicarse a tan irritante competencia desleal: también Luxemburgo y Holanda han llegado a acuerdos con multinacionales para reducir al máximo sus cargas fiscales.

Hay que agradecer por ello a la valiente comisaria europea de la Competencia, la danesa Margrethe Vestager, el que intente poner fin a tal disparate obligando a la empresa de Tim Cook a devolver al fisco 13.000 millones más intereses por considerar que los acuerdos firmados con Irlanda son ayudas estatales ilegales que distorsionan la competencia.

Según lo averiguado por Bruselas, la compañía estadounidense dirige su negocio en Europa a través de dos filiales, Apple Sales International y Apple Operations Europe, y utiliza también una matriz fantasma, existente sólo sobre el papel, a la que se destina buena parte de los beneficios, que no tributan así en ninguna parte.

Lo indignante de lo ocurrido en Irlanda es que mientras crecían los beneficios de la compañía, iba cayendo la tasa impositiva que soportaba en ese país hasta reducirse al citado 0,005 por ciento. Todo un escándalo que no se explica que no haya denunciado antes Bruselas.

La decisión de la Comisión Europea ha sido inmediatamente contestada no sólo por Apple, sino también por el Gobierno de Irlanda. Ambos han renunciado que recurrirán ante el Tribunal de Justicia europeo.

Irlanda prefiere evidentemente renunciar al dinero que le correspondería de esa multimillonaria multa -otra parte podría ir a los países europeos que la reclamasen - para no ahuyentar a las multinacionales establecidas en su suelo, una de las claves de su despegue económico.

La decisión de Bruselas irrita también profundamente a Washington, que sólo tiene que perder ya que el dinero de los impuestos que tengan que pagar Apple y otras multinacionales en Europa reduciría la cantidad que pudiera eventualmente ingresar el fisco norteamericano.

La pregunta que hay hacerse es la de por qué nuestros gobiernos no obligan a ese tipo de empresas a pagar sus impuestos allí donde obtienen sus beneficios y qué im-pide a los países de la UE es-tablecer ya reglas claras y transparentes en materia impositiva que ponga fin a la competencia desleal a la que se dedican algunos.

¿Por qué hemos de creer los ciudadanos a nuestros políticos cuando dicen que van a luchar en serio contra el fraude impositivo y los paraísos fiscales si se permite que sigan sucediendo esas cosas?

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