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Crónicas galantes

Dura vida la del porno

Acaba de jubilarse a la temprana edad de 52 años Rocco Siffredi, uno de esos pocos currantes que podrían decir con propiedad que trabajan en lo que les gusta y además cobran por ello. Siffredi es un latin lover italiano que supo profesionalizar su adicción al coito, su destreza amatoria y el tamaño de sus atributos como actor de cine en la variante porno. A lo largo de su ancha vida laboral protagonizó cientos de esas películas con poco guion y mucha acción, como conviene a un género en el que la abundancia de gemidos suple ventajosamente la carencia de argumento. El intérprete, conocido por el sobrenombre un tanto obvio de el Semental, es noticia estos días por un documental aproximadamente biográfico que ha recibido buenas críticas en su presentación en la Mostra de Venecia. Confiesa en él Siffredi que la vida del pornógrafo no es, en realidad, tan idílica como pudiera parecer al público. "El pene arranca y acabas haciendo cosas que no querrías", dice el protagonista de tantas cintas porno para desvelar que fue durante años el esclavo de un miembro al que define como "el demonio". Esa parte de su anatomía gozaba, al parecer, de vida propia y lo inducía a fornicar tres veces diarias con toda suerte de señoras en un rango de edad que abarcó desde los 18 a los 80 años. Por fortuna para él, el desaforado Siffredi tuvo la oportunidad de convertir en profesión -muy lucrativa- la esclavitud a la que lo sometía su diabólico miembro. Y aun así, la vida laboral del fornicador de oficio no es exactamente un camino de rosas, según revela ahora, en la hora de su jubilación, el actor que alcanzó categoría de mito en su peculiar especialidad. Desde que a sus tiernos ocho años sintió "un irrefrenable impulso en la entrepierna", Siffredi asegura que el sexo, su demonio particular, no ha dejado de hacerle sufrir. La confesión es del todo sorprendente: y más si se tiene en cuenta que la pornografía no deja de ser un asunto que hunde sus raíces en la antigüedad. Así lo atestiguan algunas cerámicas griegas de alto voltaje erótico y los frescos encontrados en Pompeya que representan felaciones y otras variantes del arte de Eros. O las piezas descubiertas bajo la lava y la ceniza del volcán que se guardan en el Gabinete Secreto del Museo de Nápoles, de acceso limitado hasta hace no mucho a las personas "de edad madura y de moral reconocida". Parece lógico que sea Italia, país de notables amadores como Giacomo Casanova, el que haya alumbrado a un prodigio de la talla de Siffredi. De la talla 23, para ser exactos, si fuesen ciertas las medidas que se atribuyen popularmente a su herramienta laboral. La prejubilación del artista denota, sin embargo, que el suyo fue un trabajo penoso, contra lo que pudiera parecer a quienes lo ven en la pantalla. Tanto como para que Siffredi haya decidido retirarse a la edad en la que solo tienen derecho a hacerlo los mineros y los miembros -con perdón- de otras profesiones de similar exigencia física. A los 52 años, con centenares de películas y miles de coitos a su espalda, el actor ha optado por descansar, aunque no del todo. Y es que a pesar de lo mucho que le ha hecho sufrir el sexo, el bueno de Rocco planea entretener su ocio de pensionista con la creación de una Academia del Porno en Budapest. Hay vicios que no se curan ni de viejo.

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