El pasado domingo se recordó en EE UU a todas las víctimas del ataque a las Torres Gemelas, al Pentágono y a las del avión que estrellaron en Pensilvania. No solo en EE UU, todos los medios de comunicación internacionales destacaron en sus portadas las noticias relacionadas con la masacre. Y en casi todos se deslizaba una pregunta inquietante: ¿cómo es el mundo después del 11-S de 2001? Esta cuestión ha dado paso a la no menos grave ¿Cómo fue posible? Según algunos medios aún hay en los archivos del caso expedientes que no se han podido cotejar, ni han visto la luz otros que parecen indicar colaboraciones necesarias de personas o gobiernos amigos o aliados de los norteamericanos. Una de las preguntas: ¿cómo pudieron 19 personas hacerse con cuatro aviones, volar el espacio aéreo por más de una hora encima de sus cabezas y sus cazas y estamparlos contra sus objetivos? Esta es bastante incomoda, pues aún se cree que Arabia Saudí -los terroristas eran de esta nacionalidad- financió sabiendo o sin saber, a los hombres que cambiaron para siempre la vida de los neoyorquinos y de muchos otros ciudadanos del mundo que todavía tienen el miedo en el cuerpo. ¿Y el mundo después del 11-S?? pues un desastre. Aquí empieza la cadena de errores diplomáticos, de defensa, de exteriores y de seguridad. Ya no hay rincón que no hayan hollado los radicales, que no sienta el miedo a un ataque cuando menos lo esperas, que te cambié para siempre tu sistema político.

El humo de los sacrificios no solo sale de Siria, Irak, Afganistán o Malí; de Pakistán, Yemen, Sudán, Nigeria, Libia o de Turquía, Líbano y Palestina, de Indonesia o Filipinas... ahora es Europa quien alimenta el fuego y la ceniza, es en Europa donde se congelan o suprimen derechos humanos individuales o colectivos, y se declara el estado de excepción o emergencia. Todos los estados europeos están en alerta, algunos en la máxima como Bélgica, Inglaterra o Francia; otros en el nivel cuatro, caso de España o Portugal y la presencia policial es activa y reconocida por la población que se está acostumbrando a los chalecos antibalas y a los fusiles de asalto en las grandes aglomeraciones o lugares de ajetreo diario como aeropuertos y estaciones de transporte público. Afganistán y la invasión injustificada de Irak, convocó a muchas organizaciones islamistas a las armas, pero no a unas armas convencionales a las que se puede neutralizar con más armas y tecnología punta, como desviar misiles, por el contrario, las armas de destrucción masiva que apuntan a Occidente son las que mueven corazones, cerebros sin razón atados a una cadena de más de mil años que se alimenta de nuevos eslabones en el mismo suelo que los vio nacer. Y para luchar contra "eso" están intentando que cada ciudadano se convierta en una especie de guardia o sencillamente llamar a filas a los reservistas, que en algunos países se han apuntado por miles.

El mundo está en guerra dice Occidente y el mundo está en guerra dicen en Oriente, admitiendo que después del 11-S ya nada es igual o mejor y que la guerra es de guerrilla y es urbana y es aterradora y es la peor de todas las posibilidades para una confrontación que se acerque lo más posible a una victoria sobre el mal: el de Oriente y el de Occidente.