Dice la señora Barberá que se ha dado de baja en el PP, pero que no abandonará el escaño en el Senado, porque el escaño "es mío". Basta media docena de palabras para que esta señora evidencie su nula educación democrática: el escaño no es jamás de un diputado o un senador, esté o no bajo sospecha de corrupción o a punto de ser investigado por el Tribunal Supremo. El escaño es un compromiso, no un patrimonio. La ficha de militante de Barberá en el Partido Popular, ¿era suya o del PP? Algo parecido cabe decir de Ana Pastor, otra rutilante figura de los conservadores españoles, que en su condición de presidenta del Congreso de los Diputados ha pretendido sentar la doctrina según la cual un Gobierno en funciones "no puede ser controlado" por el Parlamento. Soltar esta apabullante burrada -que no puede encontrar refrendo constitucional por muy disparatada que sea la lectura que se haga de la Carta Magna- en una situación como la presente resulta, como mínimo, un extraordinario ejercicio de mala fe impregnada en una absoluta indiferencia por la salud de un Estado democrático. Cuando además quien formula esta maligna sandez forma parte de la dirección del partido que ocupa dicho Gobierno en funciones la naturaleza escandalosa, mendaz y profundamente estúpida de la declaración de Pastor se transforma en algo muy preocupante. Gracias a la señora Pastor el señor De Guindos no debió presentarse ante el pleno de la Cámara Baja, sino en una comisión parlamentaria, retrasando la sesión plenaria hasta después de las elecciones vascas y gallegas. Por toda su galaica y amarillenta jerola. Por cierto: De Guindos reconoció implícitamente que había mentido en el otoño del pasado año, cuando afirmó que eso de que Soria se podría marchar como director general al Banco Mundial era una invención de los periodistas. También mienten los señores y señoras del PP que enaltecen, como la anterior, la penúltima renuncia de señor Soria, sin reparar en que Soria, que habla y lee muy bien el inglés, y revisa la prensa económica británica y norteamericana diariamente, sabía que si se produjera el nombramiento estaría bichado a los tres días. Por cierto, otro mentiroso, Mariano Rajoy, afirmó que el concurso al que se presentó Soria "estaba reservado a funcionarios". No, no lo está, y Rajoy lo sabía, pero salió a defender el perdido honor funcionarial de Soria, y lo hizo tan intensamente que terminó por creerse sus declaraciones.

Barberá, De Guindos, Soria, Rajoy: mentirosos. Rajoy en concreto debió dimitir cuando le pillaron mandándole wasaps a un delincuente para animarle compasivamente. "Sé fuerte, Luis". Lo que está ocurriendo en este país es portentoso: los que día a día acumulan pruebas de su increíble saña para explotar la inocencia y la estupidez de los súbditos, de su voluntad de permanencia por encima de todo, son los únicos que ganan las elecciones y amplían sus creaciones. No cabe meter la cabeza en el avestrucismo de una inocencia que han dejado quemarse hasta las cenizas.