E s difícil que Weiner no gane el próximo Óscar al mejor documental. Desata la misma impresión que Citizenfour, donde Laura Poitras retrata a un Edward Snowden temeroso de ser detenido en Hong Kong. Con la diferencia de que el congresista Demócrata Anthony Weiner sí fue atrapado tras divulgarse que había enviado fotografías comprometidas de sus genitales.

Ahora, Weiner lo cuenta todo ante una cámara. El mazazo de la aparición de las fotos que arruinaron una carrera en el Congreso rumbo a la Casa Blanca, la redención tan americana mediante la candidatura a la alcaldía de Nueva York que acabaría ganado Bill de Blasio. Sin embargo, estamos olvidando que el documental viene coprotagonizado por Huma Abedin, esposa del desgraciado político, la hija que Hillary Clinton desearía haber tenido y su número dos en la carrera hacia la presidencia. Si otro escándalo de su ya exmarido no lo impide.

Las muecas de Abedin, debatiéndose entre la compostura ante una cámara indiscreta y las ansias de abofetear a su esposo, componen el mejor momento cinematográfico desde el tormentoso enfrentamiento de Richard Burton y Liz Taylor en ¿Quién teme a Virginia Woolf? Y aquí surge uno de los momentos espinosos de Weiner, el documental. El codirector Josh Kriegman gozaba de la confianza del político, quien asegura que le prometieron que no se utilizarían planos de su esposa. El espectador sale ganando. Los tropiezos de Weiner se sucedieron durante una campaña electoral capturada por el documental con una fidelidad y una vitalidad en el montaje jamás igualadas. Por supuesto, la rehabilitación del adicto se entorpeció ante la aparición de nuevas fotografías, y de mujeres ávidas de su momento de gloria que habían intercambiado mensajes eróticos con el político incontinente. Hasta en la desolación de su derrota inapelable, el candidato frustrado mantiene la necesidad de someterse a la picota.

Más allá de sus circunstancias concretas, Weiner retrata mejor que nadie antes la entrega absoluta de la intimidad de Occidente a las redes sociales. Toda la película es una violación consentida de la intimidad de la pareja protagonista, que se sigue con la trepidación de un thriller. El espectador da un respingo al observar que el bebé de la pareja ocupa el centro de la imagen. Hoy mismo, Weiner ha vuelto a reincidir en los intercambios de sexo virtual, con su hijo de cuatro años en las imágenes tenebrosas. Abedin ha clausurado definitivamente su matrimonio. Buena publicidad.