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Inventario de perplejidades

El 11-S y el relato oficial

El 11 de septiembre pasado se contaron 15 años desde los famosos atentados terroristas contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono en EE UU. Hubo casi 3.000 muertos y unos 6.000 heridos y según la versión oficial la autoría de la acción cabe atribuirla a un comando formado por 19 ciudadanos saudíes que se apropiaron de cuatro grandes aviones amenazando a tripulación y pasajeros con unos cúteres y sin prácticamente ninguna experiencia de vuelo (habían acudido a una escuela de aviación para realizar ejercicios de vuelo simulado) los estrellaron contra los objetivos antes señalados. Excepto en un caso, donde supuestamente hubo un enfrentamiento entre los secuestradores y los pasajeros que provocó la caída del aparato en un descampado. Nadie se explica cómo los poderosos servicios de inteligencia no supieron anticipadamente de esa amenaza y nadie se explica tampoco cómo los aviones militares que controlan el espacio aéreo norteamericano no pudieron interceptar a los atacantes, teniendo en cuenta que entre el primer ataque a las torres y el ataque al Pentágono transcurrió algo más de una hora. Para añadir dramatismo al suceso, las televisiones retransmitieron en directo para todo el mundo la colisión de los aviones contra las llamadas Torres Gemelas, el incendio parcial de su estructura de acero y el rápido derrumbe posterior pese a que estaban preparadas para un impacto parecido. De hecho, 300 bomberos, 85 policías y algunos miembros más de las brigadas de rescate perecieron tras los derrumbamientos en la seguridad de que un edificio de esas características constructivas no se vendría abajo, lo que abona la tesis de que alguna otra causa pudo haber ayudado a consumar la tragedia. Pese a todo ello, el gobierno de George W. Bush, que estuvo casi desaparecido durante el ataque y tardó en reaccionar, fue capaz de ofrecer rápidamente no solo la identidad de los supuestos terroristas saudíes, sino también la autoría intelectual de la acción que atribuyó al famoso Bin Laden en complicidad con los gobiernos de Afganistán y de Irak. El deseo de venganza creció espectacularmente entre la opinión pública y a favor de él Bush declaró una "guerra duradera al terrorismo" y amenazó a todas las naciones que, de una forma u otra, colaborasen con ello. El resto es historia conocida. Afganistán fue invadida por tropas de una coalición internacional por ser la supuesta base de la dirigencia mundial del terrorismo, e Irak sufrió la misma suerte tras atribuírsele falsamente a Sadam Husein la posesión de armas de destrucción masiva. Y de Bin Laden, el malo malísimo del cuento, sabemos (o creemos saber) que fue muerto a tiros por un comando norteamericano en Pakistán y luego trasladado en helicóptero hasta un barco de guerra desde donde se arrojó su cadáver al mar para evitar que su tumba se convirtiese en lugar de peregrinación. Es una pena que a ese hombre no lo hubieran capturado vivo porque seguramente tendría no pocas cosas interesantes que decir. En lugares discretos de la gran prensa internacional he podido leer referencias sobre los actos de homenaje a las víctimas de los atentados, pero ninguna información nueva sobre un suceso que todavía despierta no pocos interrogantes. La atención de los medios se centró en el desvanecimiento de la señora Clinton en la ceremonia.

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