Recuerdo la primera asesina moderna en Venezuela, es decir, la primera que consiguió convertirse en una figura pública gracias a la atención de los medios de comunicación y el hambre de espectáculo de los caraqueños. Creo que se trataba de una señora de Petare. Durante más de una década su compañero sentimental la golpeó, la engañó, le sacó miserablemente hasta la última locha, la violó con saña, prohibió la cercanía de amigos y parientes, la sometió a humillaciones y nauseabundas babas de borrachín. Ella tragaba con todo porque era su hombre. Una mañana se compró un bolso que la encandiló y esperó ilusionadamente el regreso de su esposo. El marido llegó, tomó una cerveza de la nevera y se derrumbó en el sofá. La mujer, con un brillo delirante en los ojos, le enseñó el bolso y le pidió opinión. Él eructó brevemente y gruñó: "Pareces una puta con ese bolso".

Esa madrugada, mientras roncaba, ella le rebanó el cuello con unas tijeras de hojas tibias como la madrugada.

No sé, a mí el caso de Granadilla me recuerda a la pobre asesina de Petare. Asombrosamente puede escucharse a cargos públicos coalicioneros que lo de Granadilla, en fin, no es tan grave, y que los socialistas terminarán resignándose a perder el ayuntamiento que González Cejas ha gestionado -de esa manera- durante veinte años trufados de denuncias y sospechas. Que después de todas las renuncias y resignaciones acumuladas -y como atestiguan casos otrora lacerantes como Puerto de la Cruz- al PSOE tinerfeño no le quedará más remedio que digerir dolorosamente otra pérdida. Estos prodigiosos analistas, que pululan en las cercanías de Fernando Clavijo y José Miguel Barragán, llevarían a la política regional a un cataclismo en el que todas las alianzas podrían volar por los aires. Hay una circunstancia que los prebostes de CC deberían manejar como una certidumbre: aunque a muchos de sus colaboradores y a todos sus paniaguados tal probabilidad les aterre, a Patricia Hernández no le tiembla el pulso si debe romper el pacto por la agresión de Granadilla y pasar a la oposición. Le resultaría muy fácil construir instantáneamente un relato que justificara su decisión y proyectase una imagen de coherencia, seriedad y rigor en el futuro inmediato en contraste con la irresponsabilidad tartufa de CC. Un PSOE en la oposición facilitaría -lo que no significaría que el resultado fuera inmediato- una aproximación entre los bloques territoriales y fulanísticos hoy enfrentados y, al cabo, una organización más cohesionada. Depender de la generosidad del benemérito Asier Antona y del profundo sentido institucional de Casimiro Curbelo debería congelarle el resuello a Clavijo y compañía. Coquetear con la perspectiva de alargar al máximo los plazos para echar a los concejales mientras se olfatean las reacciones socialistas significaría una torpeza inusitada. Si unos y otros quieren salir de esta situación solo cabe una reunión de la mesa del pacto que, en lo que se refiere a Granadilla, incluya una fecha próxima para la dimisión de González Cejas y un compromiso reiterado de CC de respetar la Alcaldía para el PSOE. Si no quieren que la crisis crezca, las desconfianzas se exacerben y la situación se torne incontrolable ya están tardando en sentarse con toda la luz y los mejores taquígrafos que encuentren.