Nadie duda que los grandes hospitales públicos españoles y la medicina que en ellos se imparte han mejorado extraordinariamente en las tres últimas décadas. Pero a diferencia de otras organizaciones, estos centros son unas estructuras tan complejas y faltas de definición que carecen de transparencia. Ahora sabemos que muchos de esos hospitales y la sanidad pública están también enfermos. Los hospitales públicos son las organizaciones más complejas de España por varias razones. Primero, los tres objetivos de los hospitales (asistencia sanitaria, docencia e investigación) viven en conflicto; los ciudadanos en general, incluidos los profesionales sanitarios y los representantes políticos, desconocen que en muchos hospitales públicos la inversión en formación continuada y en investigación científica no representa un porcentaje fijo del presupuesto anual ni se gestiona y evalúa según parámetros de excelencia internacionales sino que responde a los caprichos de quienes gestionan la sanidad a nivel autonómico. Segundo, el hospital tiene una gran concentración de profesionales bien formados que usan las instalaciones del hospital e incurren en gastos sin una relación contractual específica para ello. Y tercero, el producto final de un hospital es la mejora de la salud, algo difícil de definir en muchos casos y más difícil todavía de medir.

La escasa visión empresarial de los hospitales se ha hecho más laberíntica hoy día. Los actuales hospitales públicos no solo incluyen el hospital o área de salud, sino que se han vinculado a universidades y han incorporado unidades o institutos de investigación y espacios para la docencia. A pesar de ello, son pocos los gerentes y directores que conocen completamente todo lo que esto representa de riqueza para el Sistema Nacional de Salud (SNS) y siguen dirigiendo estos centros sin nuevas ideas, sin un plan de salud conocido por la sociedad, sin saber adónde vamos y sin que se vislumbre a nadie capaz de inspirar confianza ni en el presente ni en el futuro. Muchos de esos dirigentes sanitarios gestionan los hospitales sin pedir la colaboración participativa de los profesionales sanitarios y sentados en el vértice de la pirámide que solo existe en su imaginación. En el hospital enfermo se respira una atmósfera de confrontación entre los profesionales sanitarios y la mala hierba se expande con una facilidad asombrosa.

El SNS no está agotado sino que ha agotado a sus profesionales sanitarios. Una serie de situaciones han conducido a este agotamiento. Los hospitales de hoy son como el cielo nocturno: vemos pocas estrellas y las agrupamos en constelaciones míticas, pero lo que es principalmente visible es la oscuridad. Los grandes hospitales públicos son uno de los mayores recursos que tiene España pero funcionan en horario de ventanilla y sin cubrir las expectativas de la población. A diferencia de las grandes empresas españolas, los hospitales están desestructurados: sus directivos son elegidos por el poder político y, en muchas ocasiones, carecen de liderazgo y de la suficiente formación acreditada en gestión; se ignora, no se valora y no se honra el trabajo que muchos especialistas han desarrollado durante años para mejorar la calidad de la medicina; no existen diferencias sustanciales a nivel laboral o económico entre los que realizan una labor extraordinaria y los que no funcionan o pudren la propia organización; se contrata indiscriminadamente a especialistas sin que haya un proceso abierto de selección competitiva como el que se exige para cualquier actividad de gran cualificación. Se da la circunstancia de que gracias a las convocatorias nacionales de las décadas de 1970 y 1980, la mayoría de los hospitales públicos españoles contaron con excelentes especialistas que se formaron y ejercían en otros hospitales del país o del extranjero. Más del 80 por ciento de esos especialistas han sido obligados a jubilarse. ¡Qué desastre!

Por otro lado, la elección endogámica, irracional y política de algunas jefaturas del SNS sigue siendo una práctica escandalosa y devastadora para los hospitales. ¿Por qué no salen a concurso de méritos los puestos directivos de los hospitales y otras instituciones sanitarias? Es una tragedia que atenta contra los principios que regulan la igualdad de oportunidades, la concurrencia competitiva y la valoración de la competencia profesional, el liderazgo y muchas otras capacidades necesarias para dirigir un servicio del SNS y poder continuar o mejorar el legado de los que les precedieron. En muchos casos se nombra a alguien afín a la dirección de la Consejería de Sanidad, del Servicio Autonómico de Salud o de la dirección del hospital en lugar de iniciar un proceso de búsqueda y selección del candidato más adecuado.

Estamos ante un momento muy crítico para que se redefinan estas organizaciones y sigan las directrices que sanitaria, docente y científicamente llevan a cabo otros países europeos con sistemas nacionales de salud. Los grandes hospitales públicos perdurarán, pero solo a través de una mejor organización, reestructuración y recuperación de sus objetivos aseguraremos la calidad de la atención sanitaria, elemento clave del contrato que mantienen con los ciudadanos. De lo contrario, el hospital enfermo enfermará aún más y se pudrirá sin remedio. Llegados a este punto, se habrá perdido el legado que dejaron los grandes especialistas que trabajaron en esos hospitales en los últimos 30 años para mejorar la atención al enfermo, dar formación de excelencia y crear nuevos conocimientos científicos. Buen día y hasta luego.