Mientras el consejero de Sanidad sigue expectorando boberías, como esa tan graciosa de que en materia de gasto sanitario mirar solo al presupuesto es como engañarse al solitario -al parecer nadie le puede rechistar a este genio que ciscarse una y otra vez en el presupuesto es engañar a todo el Gobierno y a la mayoría parlamentaria que lo sostiene y poner en riesgo la viabilidad del sistema a medio plazo-, las tensiones del pacto a propósito de la moción de censura de Granadilla de Abona siguen su curso, es decir, empeoran. Los prebostes de Coalición Canaria, encabezados por Fernando Clavijo, han decidido emplear el tiempo como instrumento de trabajo. Contra la expulsión fulminante de sus concejales, se ha optado por un procedimiento menos dramático y descansado: se ha facilitado trámite de audiencia a los afectados, para escuchar las heroicas razones de su sinrazón, y simultáneamente se ha transmitido al PSOE que si el alcalde Jaime González Cejas se compromete a una fecha concreta para presentar su dimisión, la moción sería retirada, y eso sí, los concejales coalicioneros se verían libres de cualquier expediente interno. Clavijo y compañía no desean ver cómo implosiona CC de Granadilla. Después de la desertificación de Arona -la suerte judicial del bertismo llevó al nacionalinsularismo local a una crisis insuperable-, romper CC en Granadilla significaría que el sur de Tenerife quedaría hecho un erial donde el PSOE podría seguir prosperando, con sus efectos en el voto al Cabildo y al Parlamento.

Lo realmente sorprendente es que la solicitud de Coalición, extrañamente, no viene acompañada de un compromiso explícito de respetar la Alcaldía para el PSOE. Porque una vez que el pleno admitiera la dimisión de González Cejas, CC podría presentar un candidato alternativo, apoyado por el PP y Ciudadanos. Sería una censura sin necesidad de presentar una moción de censura. Pasábamos por ahí, oiga, y decidimos asaltar el gobierno municipal, a ver qué tal. Pasmoso. Esto de considerar inalterablemente imbéciles a los aliados políticos es una praxis que solo puede conducir a la cohesión en la acción políti-ca y al respeto por parte de los ciudadanos: de los que te han votado y de los que no te han votado. Invocar los incumplimientos de los compromisos ajenos cada vez que uno se lanza a incumplir los propios, más que una pobre estratagema, es una forma peligrosa de trapisondismo político, es maquillar apenas un concepto buhonero y frívolo de la política local, y alimentar el asco, la desafección y el hartazgo de los ciudadanos en una sociedad instalada en una crisis de precariedad, empobrecimiento, servicios públicos exhaustos y democracia devaluada.