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Al azar

Las generales gallegas y vascas

No amenazan las terceras elecciones generales en un año, sino las cuartas, porque las vascas y gallegas de mañana se inscriben en el carrusel de convocatorias que deben aclarar la presidencia del Gobierno. Ampliando mínimamente la perspectiva, el mapa electoral se ha enquistado en un playoff interminable a partir de las europeas de 2014, fecha de ruptura del bipartidismo. Las formaciones tradicionales no se resignan a despojarse del turnismo, y los partidos emergentes no parecen conscientes de su flexibilidad y pujanza. Euskadi y Galicia aportarán nuevos datos a la contienda de Madrid, pero tampoco desharán el nudo gordiano de la política española. La disyuntiva ha pasado de PP o PSOE a Rajoy o no Rajoy, la política siempre ha sufrido una tentación simplificadora.

Las generales gallegas y vascas repartirán más felicidad que la lotería. Al duplicarse los recuentos, los marcadores polifónicos avalan las interpretaciones ganadoras de todos los concursantes, a menudo bajo la cláusula de "dadas las circunstancias". Si el PP obtiene en Euskadi un escaño más de los adjudicados por las encuestas, olvidará que lleva un cuarto de siglo sin bajar de diez diputados. En sus perspectivas más favorables, los populares obtendrán tres veces menos asientos que en su mejor momento a principios de milenio. Sin un riesgo excesivo de verse desautorizado por las urnas, ya puede darse el nombre del presidente del Gobierno que habrá capitaneado los peores resultados de su partido en el País Vasco.

El previsible fracaso en Euskadi será aprovechado por Rajoy como palanca para reabrir las puertas de La Moncloa, en un intercambio de apoyos parlamentarios con el PNV. De paso, el presidente en funciones aprovecha las derrotas para desembarazarse de sus delfines. En este caso, de un Alfonso Alonso obligado a denunciar en campaña la corrupción que su partido se negaba a atajar con un mínimo de contundencia. El PP puede consolarse en el País Vasco mirando hacia el PSOE, que le adelantará aunque a cambio de obtener el peor marcador de la historia de los socialistas vascos. La estampa del eje del bipartidismo vapuleado por Bildu y Podemos, que según las encuestas conseguirán individualmente tantos diputados como la suma de populares y socialistas, conlleva un cambio de época que merecería algún análisis. Lo mismo sucede con la reducción de Ciudadanos al papel testimonial de UPD.

¿Puede Rajoy exigir su continuidad irreversible en la presidencia del Gobierno, cuando solo disfruta de un papel simbólico en las "nacionalidades históricas" visadas por la Constitución? El candidato único ha exhibido una notable ligereza al hablar en otros casos de "coalición de perdedores" o de partidos residuales, términos que se le vuelven en contra al examinar los resultados catalanes y vascos. En un giro más preocupante, el Gobierno activa en Cataluña las denuncias penales contra los mismos partidos a los que es incapaz de plantar cara en las urnas. Para no contaminar la liza electoral, las acciones penales deberían reservarse a comportamientos flagrantes. De lo contrario, se propagará la sombra del mal perdedor que pretende ganar en los despachos aquellas competiciones que pierde en las urnas.

Mañana domingo se disputan asimismo las generales gallegas. Rajoy se apropiará en Galicia de unos resultados relativa o absolutamente triunfales. Sin embargo, Núñez Feijóo ha intentado sortear durante la campaña a su líder estatal, tal parecía que su presidente fuera el mejor amigo de Rita Barberá. Más preocupado por forjarse una caricatura que una imagen, el presidente en funciones se ha referido a su investidura como un "trámite administrativo". La mención de-liberada se inscribe en su campaña personal de degradación democrática. De cara al exterior, el líder del PP se refugia en una supuesta victoria indiscutible, que debiera allanar su tránsito del Congreso al palacio de La Moncloa en volandas. Sin embargo, su propósito íntimo es la supresión del mecanismo de control parlamentario, el retorno a los 186 diputados de 2011 que le liberaban de la rendición de cuentas.

Las generales gallegas y vascas se escrutarán con un celo que desbordará ampliamente su ámbito. Tras la investidura fallida de Rajoy, el 25S se erigió en la nueva meta de una carrera en círculos. Es muy posible que las conclusiones estatales no varíen al sellar las urnas autonómicas. A falta de localizar una solución, habrá que buscar una nueva fecha definitiva. El 12 de octubre sirve de hito multiusos, mientras corren más deprisa los dos meses inaplazables para evitar las terceras generales consecutivas. O las cuartas. O las quintas...

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