El maestro Kurosawa nos regaló un clásico imperecedero y el artesano John Sturges, con la impagable ayuda del músico Elmer Bernstein y un reparto carismático a más no poder, filmó con pericia y escasa imaginación un western entrañable. Fuqua no es un maestro y como artesano es muy irregular (lo mejor que le salió fue Training day), y el reparto con el que cuenta tiene un carisma modesto (Hawke y D'Onofrio están muy bien, pero el resto, incluidos Washington y Sarsgaard, solo cumple con el expediente).
La película arranca con una parsimonia exasperante en la presentación de los personajes, lastrada además por una enfática pretensión de desplegar una visión política un tanto fuera de lugar y una sintonía multirracial apreciable en teoría pero que resulta forzada en los hechos. Lo que queda claro es que a los productores y al director lo que les interesa realmente es llegar a la ensalada de tiros que domina gran parte del metraje, y en la que Fuqua, aquí a años luz tanto de Kurosawa como de Sturges, saca a relucir todo su arsenal de efectismos y barullos haciendo que la acción sea un monótono y estrepitoso lío.
