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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Otro Frankenstein

Tenía que ocurrir. Tantos meses en situación flotante electoral estimula el ingenio, y hasta nos permite reconfirmar la tesis de que este país admite locuras de toda calaña, desde tener el Valle de los Caídos abierto hasta poner en bandeja la certeza de que somos muy incontrolables. Amelia Valcárcel, filósofa, afirma que el problema fatal del español es que se excede en la autorreflexión, lo que históricamente lo coloca en callejones sin salida, y cita como ejemplo la guerra civil y "los planteamientos tan tensos" de la Segunda República. Pero a lo que iba: parece que todo lo que ha sucedido desde la Transición hasta ahora han sido meras componendas creadas bajo el estigma del 36, y que la extravagante coyuntura actual representa, en realidad, el estado puro, el genio de una sociedad siempre bajo banderas diferentes, estridentes, incapaces de cualquier entendimiento. ¡Ojalá la tendencia fuese la autorreflexión¡ ¡Ojalá fuese así pese a los riesgos que conlleva un Parlamento tomado por catedráticos, pensadores y poetas! Pero no es así. ¡Ojalá alguna de sus señorías recurriese a la ética, a la necesidad de la concordia, para desbloquear el gobierno! Todo lo contrario: Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta en funciones, no hace un análisis respetuoso con la alianza que trata de buscar el PSOE con Podemos, nacionalistas y con Ciudadanos si Rivera accede. No, a lo que acude es al insulto, pues del apunte de que estamos ante un gobierno Frankenstein se deduce que los componentes del pacto son meros jirones deformes unidos y cosidos para dar lugar a una criatura monstruosa, incapaz de cualquier autocontrol, carente de raciocinio por mucho que lo intente. No sé qué rentabilidad se puede obtener a estas alturas con el espantajo de Frankenstein, cuando desde hace tiempo, más del normal, somos testigos de una proceso donde el PP está inmerso en la construcción de una especie de golem gigantesco creado a partir de los pedazos de Camps, Bárcenas, Barberá, Rato, Soria... Un coloso que aparece y desaparece, que va y viene desde su guarida, y que no duda en mostrar su mejor registro empático pese a los cargamentos de corrupción que lleva en el interior de su acorazado pecho. Este ser animado crece y el PP busca a la desesperada una nave en un polígono industrial del extrarradio para ocultar su rabia, y también para disimular los bufidos que pega cada vez que aparecen papeles en los paraísos fiscales. Pero ni este ni el que anuncia Soraya Sáenz de Santamaría llegan a la altura, al nivel, del que se está engarzando tornillo a tornillo en las profundidades del país, y que tiene mucho que ver con el estado colectivo: la frustración democrática, el desarraigo frente a la política, la alternativa populista, el descrédito institucional... Un Frankenstein descomunal.

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