Nadie recuerda aquella magnífica broma que los de CC -entonces recién nacida- le jugó al PSC-PSOE y, sobre todo, a su candidato presidencial en 1995, Augusto Brito. El bueno de Brito consiguió muñir un pacto con los entonces muy nacionalinsularistas, el acuerdo fue anunciado y proclamado, pero el candidato se quedó solo en el hotel en el que se iba a proceder a la firma del documento. Los representantes coalicioneros no aparecieron jamás, y ni siquiera se tomaron la molestia de anunciar su ausencia. Este fin de semana ocurrió algo parecido, pero los que se ausentaron fueron los socialistas, para cerrar definitivamente un acuerdo sobre Granadilla, detener la moción de censura de los concejales de CC y conservar la Alcaldía. Lo peor que puede ocurrir en una negociación política compleja y delicada es la división entre los negociadores y la carencia de una dirección al mismo tiempo flexible y firme, imbuida de inteligencia, obviamente, pero sobre todo de autoridad. Es que ha ocurrido por ambos bandos y de la colisión de chismes, desencuentros, mentiras, medias verdades, falsos anuncios y verdaderas terquedades se ha llegado al borde mismo de la ruptura del pacto que sostiene al Gobierno presidido por Fernando Clavijo y vicepresidido por Patricia Hernández. Entre los compañeros del presidente proclives a la ruptura abunda la seguridad de que los socialistas no se atreverán a abandonar el Gobierno regional; entre los compañeros de Hernández se ha instalado el convencimiento de que Granadilla es la última joya de la dignidad del PSC y que si CC se las llega a hurtar -que no lo harán bajo la amenaza de promover mociones de censura en ayuntamientos y cabildos de al menos dos de las siete islas- están liquidados después de los desprecios de Jaime González Cejas. Nadie comenzó este dramón municipal -pese a la abundancia de amenazas en voz baja, insinuaciones de baja estofa y chismes sobre los negocios de este o aquel concejal- para cargarse al Ejecutivo. Pero la torpeza, la debilidad organizativa, los liderazgos insuficientes y el hartazgo han llevado a un espectáculo letal que solo merecerá el desprecio de los ciudadanos. Porque los ciudadanos eran muy permisivos -o hasta indiferentes- a estos tejemanejes hace quince o veinte años, pero ahora lo detectan y diagnostican como una patología infectada por la politiquería más ruin y mezquina: la que se ocupa de los cargos y la distribución del presupuesto antes que de los votantes. Y porque los socialistas -encabezados por Patricia Hernández- emprenderán un festín de venganzas (o reajustes) en varios municipios isleños, empezando por La Laguna, donde se curtió Fernando Clavijo como líder político y alcalde. La Laguna, que fue precisamente una de las razones por las que CC renovó su pacto regional con el PSC-PSOE, puede convertirse en la corporación con la primera moción de censura a partir de la ruptura del mismo.