Cuándo se jodió Perú? Santiago Zavala, el protagonista, abre Conversaciones en la Catedral haciéndose esta pregunta. Perú estaba igual de jodido que Zavalita. ¿Cuándo se jodió en España el bienestar adquirido y se interrumpieron tantos sueños llevándose por delante décadas de conquistas sociales? España había pasado de ser anormalmente pobre a ser anormal y aparentemente rica sin pasar por ser normal. Pretendo escribir sobre este asunto de forma que todos lo leamos como en una charla de casino donde nadie deja de entender lo que se dice salvo que se quede dormido. En 2007 España tenía un modelo de funcionamiento económico tal que con la productividad, rentas y empleo del momento, si se ahorraban 20 euros en España se necesitaban invertir 22, o lo que es lo mismo, teníamos que pedir dos a préstamo. Nuestro ADN era el de país deudor. Es lo mismo que un ciudadano que quiere vivir exactamente igual cada mes pero que cada mes necesita que le presten. Para seguir viviendo así había que endeudarse así. Todo el tiempo.

Pero nos prestaban. Lo hacían porque confiaban en nosotros, los alemanes y el norte de Europa en general. Con pesetas eso no hubiera ocurrido pero en euros había confianza en su devolución, y por ello nos prestaban sin problemas y a un precio bajo el dinero. Y nosotros seguíamos pidiendo porque estábamos inmersos en el fenómeno conocido como "expectativas autorrealizables" o "exuberancia irracional". Coloquialmente es la burbuja. Pensar que lo que había lo era para siempre. El euro disminuyó los costes empresariales, encendió el boom y aumentó los sueldos. Los sueldos adaptados a la productividad crecían a un tipo cuatro veces mayor que como lo hacían en Alemania. Insostenible ser tan caros en nuestra producción. Pero hemos de hacer una parada para aclarar ese término, productividad, ya dos veces utilizado y que muchas veces se aplica para explicar lo que resulta difícil de entender. De forma grosera se puede decir que la productividad es la relación entre el resultado producido y el tiempo invertido. Valga un ejemplo, en Grecia en una hora se producen 20 unidades imaginarias de PIB. En España 30 y en Alemania 40. O lo que es lo mismo, producimos 100 con 2,5 horas alemanas, 3,33 horas españolas y 5 griegas. Es claro que para fabricar esa unidad de PIB en Grecia emplearíamos más horas y menos salario por hora. Supongamos un año en el que España creció el 2,7 por ciento. De esa cifra, 1,5 puede ser el factor trabajo y 0,85 la productividad. La productividad influye por tanto en el crecimiento sin intermediarios.

Y sucedió la tragedia de Lehman Brothers. En rigor y durante siglos el sector financiero se limitó a mediar entre quien ahorra y quien presta. Pero ya entonces por un lado iba la economía real y por otro la financiera. Se desconectó de forma total el sistema financiero de la realidad. El dinero no se emplea ya en aumentar la riqueza real sino la riqueza artificial. Un monstruo que mal gestionado nos pudo devolver al uso de los taparrabos. Pero pese a estar sentados encima de esa barbaridad la ortodoxia seguía diciendo que los mercados financieros tienden al equilibrio. Y eso había dejado de ser verdad.

Los activos financieros son una manera de mantener riqueza para los tenedores y una deuda para quienes los ponen en el mercado. No contribuyen a incrementar la riqueza general de un país, ya que no se contabilizan en el Producto Interior Bruto de un país, pero mueven los recursos reales de la economía, contribuyendo al crecimiento real de la riqueza. Los activos financieros no son malos pero las inundaciones son siempre malas. Los derivados son activos financieros cuya característica, ya un poco rara, es que cotizan en función del precio de otro activo.

El sector financiero en 2008 está inundado por activos financieros y derivados que pueden llegar a ser tan sofisticados que convierten el sector financiero en un casino o mejor, en el Cabaret Voltaire. En 1980 la suma de derivados asciende a un billón de dólares y en 2015 ya son 700 billones. Recordemos que el PIB mundial es en la actualidad de unos 80 billones de dólares y el valor del conjunto de todas las viviendas del planeta asciende a 150 billones de dólares.

Lehman había puesto en el mercado títulos de créditos comerciales que estaban en poder de un fondo de mercado independiente. La salida al mercado de un gran fondo con rendimientos negativos hace que los bancos que confiaban en esos títulos de créditos comerciales y por eso los venían financiando empezaran a tener dificultades para financiar esas operaciones. Una simple cuestión de confianza. Pánico entre los depositantes, pánico entre los fondos y pánico que se transmite a la bolsa. El pánico va a la misma velocidad que el fuego. Y quiebra. Tras esa quiebra, en 2008, los conductos por donde fluía el crédito con holgura se interrumpieron en seco. Una tubería que bombea agua si deja de funcionar la bomba todo el peso del agua de la tubería cae como peso muerto y rompe abajo la tubería junto a la bomba. Le llaman los ingenieros el golpe de ariete.

Los países deficitarios y España entre ellos se encuentran con que se le cierran todas las salidas. Todas menos tres: la primera salida es la vía inflacionaria que evitaba con perros guardianes la gente del Banco Central Europeo. Siempre si estalla una burbuja, se contrae el crédito, viene la deflación y el peso de la deuda puede hundir el sistema bancario. La vía inflacionaria corta la cadena por el eslabón adecuado y revierte el proceso.

La segunda salida es aumentar la productividad y crear empleo. Pero ya veíamos que eso no estaba sucediendo en España en aquellas fechas. Las economías atléticas son las que aumentan productividad y empleo y hay otras que aumentan la productividad y destruyen empleo y son las que están a dieta. España no era ni de las unas ni de las otras. Ya decíamos que España producía caro.

La tercera salida era el austericidio que predicaba que iríamos al austericidio porque no éramos productivos ni inflacionistas. Un austericidio es matar la austeridad pero lo hemos acuñado como la forma de gobernar la política económica que mata la economía a base de austeridad.

Veamos los antecedentes. Los años 70 y principios de los 80 en Norteamérica fueron convulsos, con una inflación superior al 10% y paro superior al 10%. Es un clásico que si el paro es inferior al 5,5 por ciento, aumenta la inflación y hay que subir los tipos de interés. Así desaparece el dinero.

En 1979 aconteció la segunda crisis del petróleo, y se montó la espiral inflacionista. Subió el precio del petróleo, subió todo lo que depende del petróleo y al final subió todo. Y de qué manera. La Reserva Federal americana se comportó como lo suele hacer una institución alemana y decidió poner fin a la dinámica inflacionista que se había creado. Cerró el grifo del dinero. En los ochenta, era la práctica habitual en EE UU que las cajas de ahorros se dedicaran a dar préstamos a largo plazo a tipos fijos. Pero se financiaban con depósitos a corto plazo. En una dinámica así las retribuciones a corto se disparan como es natural. El golpe de ariete de la FED resolvió la inflación pero se cargó a las cajas de ahorros que no tenían esa financiación a corto y de paso, a toda América Latina, precipitando la crisis de la deuda que afectó a varias docenas de países categorizados entonces como emergentes.