La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aunque 20 no es nada, 30 años son muchos

El viejo tango decía que 20 años no es nada, pero 30 son muchos. Esta medianoche se celebró la trigésima edición de la Suelta del Perro Maldito, una representación vecinal que a través de tres décadas se ha consolidado como el acontecimiento más popular y estelar de las fiestas de san Miguel Arcángel de Valsequillo. Es un ejemplo más de cómo unas fiestas patronales, originariamente religiosas, se convierten en laicas y transversales donde participan desde el beato más meapilas hasta el agnóstico más radical.

No hay nadie en el pueblo que pueda sustraerse al embrujo del perro maldito, ese diablillo que todos tenemos dentro y que desde el primer minuto del día de san Miguel anda suelto por las calles de Valsequillo. Desde el primer segundo de la medianoche, tras las doce campanadas y la cuenta atrás que cantan al unísono los actores de la obra y el numeroso público que se congrega en torno a la principal plaza del pueblo, el diablo anda suelto por las calles del casco y todos deben esquivarlo para evitar males mayores.

A esa hora mágica se apagan todas las luces del pueblo y comienza el espectáculo con música en directo, efectos especiales, fuegos, acrobacias, disfraces y zancudos. Cada año se representa la lucha del bien contra el mal. El mal, como siempre, es el pobre perro maldito que finalmente es cazado y vencido. El guión siempre se reivindica con una denuncia social.

El éxito de este singular y llamativo espectáculo está en su carácter participativo, teatral, lúdico y festivo, aunque, como anoche, caiga a mitad de semana. Siempre hay gente que prefiere no dormir esa noche, aunque el día siguiente tenga que trabajar. Claro que además cuenta con un público fijo: los estudiantes que no tienen clase en el pueblo este día, los jóvenes y los desempleados a los que nos les espera el curro y los jubilados y pensionistas, que ni están ni se les espera en el centro de trabajo.

Quién les iba a decir a aquellos jóvenes que empezaron con la Suelta hace treinta años que este evento, tan emblemático y simbólico, se iba a mantener a pesar de los pesares.

La primera Suelta se celebró en 1987 de mano de un grupo de jóvenes del Valsequillo, entre los que estaban los exalcaldes Francisco Sánchez y José Miguel López, aunque en aquel momento no sabían que iban a ocupar esa poltrona. La idea original fue del colectivo de jóvenes Almogarén, que nació en 1975 como agrupación musical, aunque rápidamente entró en otros terrenos culturales, como la etnografía, la recuperación de costumbres o la publicación de periódicos y libros.

El arcángel san Miguel, patrono de Valsequillo, está representado con un perro bardino a sus pies, que se identifica con el demonio. El insigne escultor guiense Luján Pérez realizó en 1804 la única talla en el mundo que se representa con un perro, pues las restantes esculturas dedicadas a san Miguel Arcángel tienen un dragón subiendo por las pantorrillas.

El guión de la Suelta de esta madrugada no se hace a lo loco. Unos cuantos meses antes comienzan a reunirse en talleres todos los vecinos que desean participar en el espectáculo. Anoche fueron unos 250, por lo que se batió el récord con creces ya que aproximadamente el número suele ser la mitad. El guión es coral, se recogen colaboraciones y se admiten sugerencias. De hecho, prácticamente hasta la víspera del evento no se culmina ya que cada día sufre modificaciones hasta la aprobación final.

Todo se hace con sigilo y precaución para no destripar la trama. La sorpresa es un elemento principal del acto para encandilar al pueblo y a los visitantes. Este año, al tratarse de la celebración de la trigésima edición, un número redondo, los participantes y organizadores se han esmerado en multiplicar la sorpresa habitual de cada año.

La Asociación Cultural Suelta del Perro Maldito es la encargada de poner en escena todos los ensayos que se han hecho en los últimos meses. Detrás de cada representación hay siempre una crítica social de la actualidad. Las voces vindicativas se levantan por elección popular. Un año el dardo se dirige a la avaricia de los bancos, otro a los intereses espúreos de las pretroleras, otro a los objetivos de las multinacionales, otro a la situación política irresoluble.

Este es uno de los acontecimientos festivos más democráticos y participativos porque es la gente del pueblo, desde los niños a los viejos, los que deciden cada año de qué se va a hablar y sobre todo qué se va a denunciar. Es un movimiento formado por comisiones que trabajan con celo de forma participativa y asamblearia. Todas las voces tienen cabida y todos los votos valen igual.

Ya queda lejos aquel 1987 en el que el abogado Paco el Toro fue el primer actor designado para representar el papel del perro maldito en la primera suelta. Muchos años han pasado, pero el espíritu sigue siendo el mismo. Solo un año, en 2011, se fue la fiesta al garete por culpa de trágico incendio que se llevó la vida de dos mujeres e hirió a una treintena de vecinos, entre actores y público. A partir de ese año el fuego se ha controlado y las medidas de seguridad han aumentado.

El cura palmero Jorge Hernández Duarte fue nombrado párroco de Valsequillo tan solo unos días antes de la Suelta de ese año maldito. Fue el peor inicio de apostolado que no hubiera imaginado ni en sus peores pesadillas. El cura de Yrichen pudo comprobar en carne propia cómo un hecho fatídico unió luego a los vecinos y los hizo mejores y más solidarios. El viejo dicho de que no hay mal que por bien no venga. O viceversa.

Aquel aciago suceso sirvió para unir más a este pequeño pueblo de las medianías de unos 8.000 habitantes. Por primera vez, después de mucho tiempo, fuerzas políticas enfrentadas se dieron la mano e hicieron causa común para superar el mal trago. Aquella fatídica fecha la Televisión Canaria iba a difundir en directo la Suelta. No pudo elegir peor año. Hasta la fecha no ha vuelto a intentar transmitir el acto en directo para todo el Archipiélago.

Como señala el famoso dicho: pueblo chico, infierno grande. Sin embargo, este pequeño pueblo supo convertir aquel infierno de fuego indeseado en un motivo de reconciliación. Y así volvió la tradición y la algarabía a Valsequillo. Con fuegos artificiales y fuegos naturales. Con fuego depurador y regenerador. Con nuevo espíritu y nueva vida. Como la vida misma.

Compartir el artículo

stats