La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Breverías 27

Imaginémonos una persona que, de tan acostumbrada a trasladarse en coche, cuando éste se le para, se queda paralizada esperando a que venga un buen samaritano a rescatarla. Y que sólo sale de su pasmo cuando llega alguien y le hace ver que también dispone de dos piernas operativas, para sacarla del apuro, y permitirle alcanzar su destino. Bueno, pues he de confesar avergonzado que algo parecido me ocurrió al salir del trabajo el otro día: al pulsar el telemando abrepuertas incorporado al llavero del coche, éste se negó en redondo a funcionar, posiblemente por agotamiento de las pilas. Por mucho que presionaba el botón una y otra vez, no había manera. Así que volví a la oficina para llamar a mi mujer y pedirle que me trajera un llavero con las pilas cargadas, y así poder acceder al coche. No voy a reproducir aquí la reprimenda de mi esposa, pues las mujeres, además de pragmáticas, pueden ser muy cáusticas. Pero el mensaje, en esencia, y como no podía ser de otro modo, era el siguiente: "¡Usa la llave, totorota!"

De turismo por una isla caribeña, le preguntó mi hija a uno de los nativos por qué lado se conducía, al comprobar el errático comportamiento de los vehículos. La respuesta podía haberla adivinado ella misma: "¡Por el lado de la sombra!"

Mi familia suele participar en las labores de vendimia en una pequeña finca que tenemos en el campo, con gran regocijo e implicación de mis nietos.

Por eso no me extrañó cuando al acercarse las navidades me insistieran para que estas fiestas, "fuéramos a vendimiar porfa".

Vengo agotado de una comida de amigos, con la consiguiente sobremesa, de vehemente polémica, muy parecida a los debates de la tele. Ya saben, donde hasta el moderador interviene como un tertuliano más, añadiendo desconcierto a la confusión. Analizando un poco el comportamiento me percato que lo más difícil de soportar son las interrupciones "in medias res", o sea cuando uno ha formulado la premisa, y está a punto de culminar la fulminante conclusión. En ese momento se produce la interrupción, con el consiguiente efecto de "coitus interruptus". Por buscar un símil adecuado, es como cuando en baloncesto acabas de lanzar un triple que se dirige indefectiblemente al centro de la canasta, y aparece el entrometido pívot del equipo contrario y te planta un tapón.

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