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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Patricia y la felicidad

Llevo parte de la mañana y de la tarde enganchado como un yonqui a la frase de Patricia Hernández sobre la crisis del pacto entre PSOE y CC. "No podemos restablecer un acuerdo de Gobierno con quienes no soy feliz", recoge la transcripción publicada por este periódico sobre lo que ella argumentó, y hasta la veo tan gesticulante como una actriz oriental a la hora de decirlo. Merodeo como un cernícalo a su alrededor por el carácter entrañable del razonamiento, casi igual que el de una afectada por una ruptura sentimental, y que cree que ya es imposible retornar al nido de amor por incompatibilidades certeras. A la vicepresidenta siempre la suelo ver muerta de risa en los plenos o en sus comparecencias informativas, lo que me lleva a cuestionarme sobre la felicidad que demanda de su quehacer profesional. ¿Le pagamos para que sea feliz o más bien para que se olvide de ella misma y se dedique a ser infeliz por el peso de las responsabilidades que le han tocado? El cargo público, dada la facilidad con que se puede hacer con un patrimonio decente por la vía de la nómina, tiene que ser, querida Patricia, un ser infeliz en lo que a trabajo se refiere, a la abundancia de las preocupaciones, a los problemas de conciencia que le provoca el conocimiento de la realidad, a la facilidad con la que ella accede a todo o casi todo, a las comodidades que van parejas a la dignidad del cargo... No creo que romper pactos o poner en pie de guerra a un partido como el socialista produzca una vida desafortunada. No, más bien son los que están fuera, los espectadores, los que pasamos por este trance, sobre todo al ver a una vicepresidente reclamar más felicidad que la que tiene ahora mismo con su socio. Esta aspiración da a conocer el nivel de ausencia de la clase política española, dedicada a sus ensoñaciones más privativas sobre el poder, la lucha cainita por obtenerlo, y por supuesto que produzca la mayor felicidad posible al que lo ostenta. Mientras, venden que están perdidos en la infelicidad. De risa.

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