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Papel vegetal

¿Cuándo se jodió el PSOE?

Asistimos desde hace tiempo a un proceso de acoso y derribo del secretario general del PSOE, cuyo definitivo episodio ocurrió esta semana con la dimisión en bloque de la mitad de la ejecutiva.

Una guerra por tierra, mar y aire contra Pedro Sánchez en la que participan no sólo el PP, los poderes fácticos y todos los medios afines sino también algunos de sus compañeros de la dirección del partido y sus corifeos mediáticos.

Sánchez, un dirigente con más fotogenia que auctoritas y carisma, ha contribuido sin duda lo suyo a su propia destrucción.

Lo ha hecho con sus numerosos errores tácticos, sus intentos de jugar con unos y con otros, pero también por el trato poco caballeroso hacia algunos compañeros, que no podía de dejar de pasarle factura.

Desde su elección a la secretaría general, sus enemigos dentro del partido no han dejado un momento de conspirar en su contra, poniéndole zancadillas y recortando su margen de maniobra en sus negociaciones con otras formaciones.

Pero no nos engañemos: ni sus errores ni el cainismo existente en el PSOE -ese vicio que por desgracia parece formar parte del carácter nacional- han sido determinantes en el desastre del otrora orgulloso partido de Pablo Iglesias.

Muchos tratan de responsabilizar exclusivamente a Sánchez de los sucesivos fracasos electorales. Se le acusa de incapacidad para darle la vuelta al PSOE y ganarle el pulso a un PP hundido en la corrupción y aislado en el Parlamento.

Pero el lamentable estado actual del PSOE, cuyo destino lleva camino de asemejarse al del Pasok griego, tiene muchos responsables, entre ellos el último presidente del Gobierno socialista.

"¿Cuándo se jodió el Perú?", se preguntaba Vargas Llosa en Conversación en la Catedral. ¿Cuándo se jodió el PSOE?, podemos preguntarnos nosotros.

Hay quien se remontará a Felipe González y su referéndum sobre la permanencia de España en la Alianza Atlántica con aquella ambigua frase de "OTAN de entrada no", que muchos vieron entonces como una traición a la causa socialista.

Otros hablarán también de la "guerra sucia" de aquel PSOE contra ETA o de sus escándalos como el de financiación irregular -el llamado caso Filesa-, que llevó a más de uno de sus parlamentarios a la cárcel.

O del coqueteo de varios de sus ministros con la gran banca y la gran empresa, con la consiguiente entrada en más de un consejo de administración una vez abandonada la función pública.

También podría mencionarse la admiración de muchos de sus dirigentes por la tan exitosa electoralmente como socialmente desastrosa Tercera Vía de Tony Blair y Gerhard Schroeder.

Otros criticarán su corresponsabilidad en la burbuja inmobiliaria, su inoperancia frente a los desahucios y los escándalos de corrupción del PSOE andaluz.

Pero el punto de inflexión, el que explica mejor que nada la aparición a su izquierda de un partido como Podemos, fue la claudicación de Rodríguez Zapatero ante las exigencias de Fráncfort y Bruselas.

Cuando, imitando a Alemania, el entonces presidente del Gobierno decidió de acuerdo con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, dar rango constitucional al cumplimiento de la regla de oro presupuestaria, el PSOE pudo haberse hecho en cierto modo el harakiri.

Aquella imposición de la UE equivalía a dar prioridad absoluta al pago de la deuda aunque fuere a costa de las necesidades más perentorias de los ciudadanos.

¿Por qué no dimitió Zapatero en aquel momento en lugar de aceptar aquel trágala que contradecía los principios socialistas y que acabaría por sumir a su partido en una lenta agonía?

Si lo hubiera hecho, todo el mundo le recordaría ahora sobre todo por sus medidas progresistas en materia social y no por aquella bochornosa decisión destinada a complacer a Alemania y a los mercados.

Hoy tenemos en cambio a un PSOE descabezado y dividido, que, en caso de unas terceras elecciones, sólo puede esperar empeorar los ya pésimos resultados de las dos anteriores, dejando el camino libre a un Rajoy que no tiene quien le quiera.

¿Con qué moral van a acudir una vez más a las urnas los votantes socialistas en vista de tan espantoso galimatías?

Que nadie, si no es el PP, vaya, sin embargo, a alegrarse de la desgracia ajena: el daño a toda la izquierda, incluida la del sorpasso, ya está hecho. Y con ello, también al país.

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