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El PSOE y la democracia

En uno de los títulos del gran ciclo que viene dedicando en los últimos años al estudio de la democracia, el historiador francés Pierre Rosanvallon sostiene que la técnica electoral se inventó cuando ya no fue posible nombrar al jefe de la comunidad por aclamación. La democracia es un conjunto de principios, reglas y procedimientos que se aplican para tomar decisiones pacíficamente en sociedades divididas. Y democrático es el comportamiento que respeta íntegramente esas pautas y normas. El PSOE está dividido, pero sus dirigentes ignoran los valores democráticos y no acatan las normas propias. Por eso se están viendo envueltos en una situación caótica y les resulta tan difícil encontrar una solución al conflicto que han desatado.

Una votación es democrática si está precedida por una deliberación, a ser posible constructiva, y se realiza con plenas garantías. En el PSOE, hoy, no se da ninguno de los supuestos. Pedro Sánchez, elegido por los afiliados, muestra una extraña reacción al diálogo. Sustituyó discrecionalmente la dirección de la Federación Socialista Madrileña y cambió la cerradura de la puerta, se negó a entablar conversaciones con el PP, no alcanzó un acuerdo con Podemos y ha dejado sin valor el firmado con Ciudadanos, provocó el enfrentamiento interno más áspero que se recuerda y, por último, decide por su cuenta quién entra y quién no en la sede central del partido.

Los discrepantes, por su parte, han replicado de igual modo, con una política de hechos consumados. Han actuado sin ofrecer una explicación clara de sus razones y sus objetivos. Optaron por desmontar la dirección del partido mediante una dimisión en grupo y erigiendo una nueva autoridad transitoria, sin acudir a los órganos correspondientes a exponer sus críticas y sus demandas.

La dirección, intransigente, adopta decisiones unilaterales sin rendir cuentas y los discrepantes han respondido redoblando la beligerancia y ejecutando acciones que no justifi-can. La consecuencia es el estupor general y la formación de dos bandos irreconciliables, que anuncian una dura y larga batalla.

La dirección del partido ha reconocido las discrepancias sobre la formación de Gobierno y propone que los afiliados las diriman con su voto. Pero la convocatoria que propone genera serias dudas. En primer lugar, la validez de la propuesta está en entredicho. La reunión de la comisión ejecutiva en la que se fijaron la fecha y el orden del día del comité federal no contó con la presencia de al menos la mitad más uno de sus miembros que exigen los estatutos para que sus acuerdos sean válidos. Sorprende, además, que la comisión ejecutiva, si se considera autorizada para tomar acuerdos, no decidiera convocar directamente un congreso extraordinario, ya que las normas del partido le permiten hacerlo.

Por otro lado, el calendario que Pedro Sánchez somete a la decisión del comité federal contempla la celebración de un congreso, la elección de un nuevo secretario general y la renovación de la comisión ejecutiva, pero no una votación en la que los afiliados definan la posición del partido ante el asunto del Gobierno, que es el motivo alegado por él mismo para defender la iniciativa rechazada de plano por la mayoría de los barones. En el congreso no participan los afiliados y la elección del máximo dirigente del partido no debe confundirse en ningún caso con la decisión sobre el voto del grupo parlamentario en una investidura del presidente del gobierno. La propuesta de Sánchez, en fin, llega a destiempo a la política española porque implica que habrá terceras elecciones y que el PSOE estará peleándose mientras se hacen los preparativos para que los españoles voten otra vez.

Es claro que el PSOE no ha sabido gestionar sus diferencias internas y que sus dirigentes no están recurriendo a los principios y las reglas de la democracia para superarlas. Para volver a la normalidad, lo primero es que encuentren un espacio donde mantener una discusión civilizada sobre todo aquello que los enfrenta. El comité federal debería emitir una señal de que el partido quiere participar en la búsqueda de una solución para el gobierno de España. Es cuestión de voluntad, y yo diría que de inteligencia, política.

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