En estos momentos nadie hace tanto para destruir el PSOE como sus propios y más destacados miembros orgánicos y cargos públicos del máximo nivel, actuales y en la reserva. De suerte que en estas horas preagónicas del Partido Socialista, se hace necesario que el Abuelo Pablo Iglesias, se levante, entero, de la Historia y vea en qué han convertido su obra. Legado cargado de ideología progresista, de seriedad, nobleza y voluntad esencial de redención de las clases proletarias, condenadas por un sistema injusto de convivencia, con un reparto de la riqueza nacional a favor siempre de las clases privilegiadas, mientras los que hacían posible, con su esfuerzo, el enriquecimiento imparable de aquéllas, malviviendo como siervos de la gleba en medio de la pobreza más absoluta, el analfabetismo y la incapacitante ignorancia.

Para corregir el secular maltrato al pueblo trabajador, sacrificado casi desde la cuna, niños y niñas a partir de diez años trabajaban en las fábricas, fue por lo que nació el Partido Socialista Obrero Español; para domeñar aquella estantigua y perversa costumbre de ver en el necesitado de trabajo, no a un ser humano, sino un filón provechoso, un esclavo al que se le tira a la cara un salario de miseria; para evitarlo, es para lo que nació, en la madrileña calle de Tetuán, en 1879, y por encima de todo, en lo de Socialista y Obrero. Nuestro D. Benito Pérez Galdós, tal vez contrariado por las disidencias republicanas, afirmó: "Voy a irme con Pablo Iglesias. Él y su partido son lo único serio, disciplinado, admirable, que hay en la España política. ¡El socialismo! Por ahí es por donde llega la aurora."

De todo esto, ¿qué queda en el actual PSOE? España es dada al golpe de mano, o de bayoneta calada. Es la forma que tiene el poder en lo de reconducir a las ovejas descarriadas, llevándolas al redil. Esto es lo que sucede en el PSOE. Y agradezco a Antonio Aguado, histórico hombre de partido, me haya dado alguna de las claves para entender qué hay detrás de lo que vemos. En la terna que se disputó la secretaría general en las primarias, de las que salió Pedro Sánchez con los votos de los militantes, Susana Díaz optó por éste, promocionándolo al considerarlo el más maleable. Aún así, en previsión de que se le revirara hizo algo insólito para atarle las manos y convertirlo en su rehén. Introdujo en el Comité Federal, órgano máximo entre congresos, la figura de un presidente fijo de cuatro años, con lo que ya sus miembros dejaban de ser todos iguales, que se reunían y en ese momento se elegía al presidente de la Mesa, única autoridad de la reunión del Comité.

La presidencia recayó en su acólita, la que dijo que ella era la que más mandaba en el PSOE, Verónica Pérez. Con esto se ve a las claras la jugada de largo alcance de la baronesa andaluza. Durante todo este tiempo no ha cejado en su acción de zapa muñidora esperando este momento, que sabía le llegaba, aconsejada por Felipe González. Todo le salió al dedillo, a pesar de que Sánchez se hartó de que lo consideraran un hombre de paja.

Nadie dice las causas del sangrado imparable socialista, que empezó con la política neoliberal de ZP. Él inició los recortes, y sentado a una mesa, tomando café con Rajoy, ellos dos solitos cambiaron el Art. 135 de la Constitución, que ponía en manos de Merkel nuestra soberanía nacional. De forma torticera culpan al destituido Pedro Sánchez de los malos resultados, incluso en las autonomías. Cuando de sobra saben que siempre se vota al partido con independencia de quién vaya en cabeza. Y bien, ya han conseguido quitar a Sánchez los mismos que lo pusieron. En la votación del Comité Federal perdió el PSOE y ganó Rajoy. ¡Qué alegría! González, Guerra, Zapatero, Rubalcaba, Díaz, Page, Vara, Lambán, Bono, Corcuera, Leguina? estarán todos exultantes y descansando aliviados, porque el PP hoy les defiende sus intereses mejor que su propio partido.

La Comisión Gestora está dando muestras de que el PSOE se va a abstener, con lo que habrá investidura de Rajoy, suponiendo esto el suicidio de los socialistas. Y la gran paradoja, Rajoy continúa en su permanente estado de gracia: echado, sin hacer nada, lo tiene todo a favor; ni en sus mejores sueños pudo imaginar que él sería quien rompe el PSOE.