La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inventario de perplejidades

Puentes hacia la abstención

La urgente tarea de formar un gobierno que sea grato a los mercados pasa por un periodo de incertidumbre y remilgosas maniobras de distracción. Como en esas películas de amor y celos donde los que acabarán casándose hacen como que se aborrecen. Por el lado del PSOE, hay que dar un tiempo para que el paso del no a la abstención en favor de Rajoy sea digerible, y ya hay un ejército de opinantes actuando de pontoneros para persuadir a la opinión pública de que esa es la menos mala de las salidas. Y por parte del PP, hay que evitar la tentación de aprovechar la oportunidad de unas terceras elecciones para rematar a un enemigo caído en el suelo y que no dispone de liderazgo visible tras haber sido apuñalado quien lo ejercía con anterioridad en una reyerta fratricida. Una opción que casi nadie entendería, sobre todo después de que hayamos oído a Mariano Rajoy, y resto de directivos de su partido, calificar esas terceras elecciones de "ridículo internacional" y de ruina segura para España. Hay, por tanto, que actuar con prudencia porque nos estamos jugando no solo la investidura de un gobernante grato a los mercados sino también la pervivencia del modelo bipartidista turnante que alumbró la Constitución de 1978. Y eso son palabras mayores, intereses de gran calado económico y la sustitución de una nómina política dócil y confiable por otra que no sabemos a dónde nos va a llevar. Yo no creo que Pedro Sánchez, como se dijo, tuviese un pacto secreto con los nacionalistas catalanes para romper España (por cierto la misma insidia se atribuyó antes a Zapatero e incluso a Rubalcaba). Ni tampoco creo, como se dijo, que Pedro Sánchez hubiese actuado guiado solamente por el mezquino interés de asegurarse un sueldo de secretario general porque no tenía donde caerse muerto. Ni creo, como también se dijo, que estuviese loco y hubiera que ponerle una camisa de fuerza una locutora de radio llegó a convocar a varios siquiatras y sicólogos para certificarlo insidiosamente). El navajeo contra Sánchez, al margen de sus opinables limitaciones políticas, fue inmisericorde tanto desde fuera como desde dentro de su partido, y nos trae a la memoria las crueles escenas del llamada Toro de la Vega, esa fiesta bárbara a la que sus partidarios pretenden justificar invocando la cultura y la tradición. No hay linchamiento (sobre todo si queda constancia documental de ello) que no degrade a los que participaron en él como instigadores, ejecutores o jaleando la acción desde lejos. Y el que culminó el sábado con la dimisión de Sánchez reúne todas esas características, al margen de que se haya resuelto en el plano político. Estos días, mientras se intensificaba el acoso, estuve muy atento a lo que se podía leer y oír en diversos medios. Las lenguas echaban fuego y el espectáculo, entre ridículo y siniestro, era lamentable. Especialmente, por parte de esos viejos militantes socialistas a los que se ha dado cancha en tertulias reaccionarias para que hablen mal de la dirección de su partido. Años atrás, en los mismo foros se intentaba ridiculizarlos por haber sido electricistas o dedicarse en su juventud a la lucha canaria bajo el apodo de El Pollo de El Pinar.

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