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Al azar

Trump pulsó el botón correcto

Algo chirría en el analista que empieza por concluir: "Yo no votaría a Donald Trump". La urgencia por insultar al candidato republicano para sentirse bien abona las causas que han provocado su florecimiento. La confirmación procede de Dean Baquet, genuino representante del establishment estadounidense en cuanto director del New York Times.

El responsable de la dama gris efectúa la autocrítica ante la publicación digital slate.com, en pleno fragor electoral. "El país estaba mucho más frustrado de lo que pensábamos, desgarrado por la crisis económica. Creo que nos perdimos esta historia". Sin incurrir en la fácil comparación con la situación española, el director del periódico más prestigioso del planeta admite que la prensa abdicó de su papel esencial de calibrar la temperatura de la sociedad.

No acaba aquí la confesión de Baquet, pues reconoce a continuación que "Trump encontró el botón correcto y lo pulsó. No estoy seguro de haber encontrado esta historia ni si hubiera enviado cien redactores". La metáfora de presionar el botón multiplica sus significados, ante las dudas expresadas sobre la entrega del maletín nuclear al magnate.

El New York Times ha llamado "mentiroso" a Trump en titulares. Ahora mismo, espolvorea sus tramposas declaraciones de la renta. El escrutinio radical no impide que el director del diario reconozca que el líder populista ha mostrado mejor olfato que sus reporteros más avezados. Frente a la glorificación del Watergate, el periodismo americano reposa sobre el candor, traicionado en Irak y en la crisis.

Al igual que sucede en el Cándido volteriano, los panglosianos líderes mediáticos americanos dotados de una mínima capacidad de introspección han comprobado que fallaron estrepitosamente en el diagnóstico. De este modo, facilitaron el advenimiento de Trump. El multimillonario sin escrúpulos ha conectado con la desigualdad del país, los Clinton estaban demasiado ocupados confraternizando con Wall Street. De nuevo, sin ningún ánimo de establecer una comparación con la situación española.

En la otra orilla, Hillary abofetea a Bill al enterarse de su adulterio en serie, interpretados por Emma Thompson y John Travolta en Colores primarios. Simultáneamente, la candidata demócrata descuartiza a las amantes de su marido, recurriendo a argumentos machistas como la promiscuidad, para que no obstaculicen la prosperidad de la dinastía. El maniqueísmo desentona en la Casa Blanca.

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