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Música Orquesta Filarmónica

Lectura china de los grandes rusos

Los líos son una cosa y la profesionalidad es otra. Nuestra OFGC ya alcanza velocidad de crucero en el tercer concierto de la temporada a las órdenes de Elim Chan, joven directora de Hong Kong que ganó hace dos años el famoso concurso Donatella Flick de Londres. Segura en los tiempos y los ritmos, cuidadosa de los planos sonoros y la oscilación dinámica, con innatas dotes de organización y gran plasticidad gestual, su concepto de los volúmenes espectaculares y la velocidad excedida espera la decantación de los años y el ahondamiento en los valores expresivos. Perfectamente respondida por la precisión, la claridad y el virtuosismo de la Orquesta, fue muy celebrada por el público.

Lo mejor del programa -íntegramente ruso- estuvo en las tres Danzas Sinfónicas Op.45 de Rachmaninov, última de sus obras orquestales, que exige una alta cualificación interpretativa. La contrastada brillantez de la primera, sarcástica en la sección principal y muy lírica en la segunda (añorante el tema del saxofón contralto); las disonancias de la segunda, vals entrecortado y deudor del impresionismo francés, con un bello canto del corno inglés; y los temas religiosos de la última (Dies Irae y liturgia ortodoxa) sumergidos en un alarde de instrumentación masiva y profusa percusión, recibieron de la maestra Chan y el conjunto un trato alternado entre el romanticismo tardío y las conquistas de la primera mitad del siglo XX. Merecida ovación.

El también muy joven pianista checo Lukas Vondracek, que ganó este año el referencial concurso belga Queen Elizabeth, enfocó en la estética de la velocidad el Tercer Concierto Op.26 de Prokofiev. Exhaustivos medios técnicos y digitación perfecta dieron base a una lectura vertiginosa que contamina la compleja expresividad de la obra. Con esos tempi, la expresión dominante es la propia velocidad. Batuta y orquesta se ajustaron sin problemas al criterio solista. Los aplausos motivaron un bis (el inefable Intermezzo Op.117-1 de Brahms) impecablemente pulsado, pero plano.

El concierto había comenzado con la popular Polonesa de la ópera Eugene Oneguin de Tchaikowski, arrolladora en acentos más marciales que danzables.

Por último: mi adhesión absoluta al deseo de que los conciertos comiencen a las 20.00 horas.

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