La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Quitar los deberes a cambio de qué

Los padres españoles que viven el tiovivo de la educación (por cierto, ¿en qué ley estamos?) están en la delicada situación de tener que declararse a favor o en contra de los deberes de sus vástagos, un cuestionamiento agitado por asociaciones de padres, profesores y administraciones autonómicas que pretenden una rebelión contra las tareas igual que la sucedida en Francia en 2012. En el expediente estoy de acuerdo con los que piden compasión con los alumnos, que no se les vaya la vida bajo la luz del flexo o frente a la pantalla del ordenador. Pero tampoco soy un permisivo: sin poner los codos es imposible aprender una asignatura, digamos que comprenderla sólo con la lección. Hay que estructurar la mente, amueblar bien los compartimentos, establecer una disciplina, fomentar unas preferencias, y ello se consigue con un tiempo en la soledad de la habitación frente al libro o los apuntes. Pero más relevante aún: temo más las horas sin objeto que pasan ante la terminal del móvil sumidos en estrafalarias e ineficaces funciones alimentadas por las redes sociales, que, como ha sido demostrado, constituyen hoy día una gran receptáculo para todo tipo de acosos escolares. No sé si constituye o no una preocupación para los padres que reclaman 'deberes no' o 'menos deberes'. El caso es que deberían tener en cuenta que bajar el pistón en una obligación puede provocar una mayor ociosidad, o sea, aparece el reto de buscarles a los alumnos agotados tras la jornada lectiva y las actividades extraescolares una ocupación. Y aquí sí me pongo como una moto: hay un tema donde no se hace el hincapié necesario, ni tampoco los docentes muestran contrariedad alguna al ver el declive paulatino de la lectura. Estaría de acuerdo con reducir al mínimo los deberes, incluso hasta con extinguirlos, si estos infantes y adolescentes cargados de satisfacciones materiales fuesen capaces de leer todos los días las páginas de un libro. Para los progenitores que velan por el mayor o menor esfuerzo físico de sus hijos se les pediría, ¡faltaría más!, la opinión sobre cuáles son las horas óptimas que ellos consideran aptas para tal menester. Es una oportunidad única para atacar el asfixiante analfabetismo digital de la superficialidad de los contenidos, en menoscabo de la profundidad, o por lo menos antes era así, de la que proveían la Literatura, la Historia o la Filosofía. No, no puede ser que esta campaña (ojo, me muestro reacio a las exageraciones como cualquier padre) deje al albur de la individualidad infantil o adolescente un tiempo precioso, que también les podría servir para conocer la actualidad, el mundo en que están situados, las desgracias que ocurren a su alrededor... No, no podemos quitarles los deberes y entregarlos aún más a un conocimiento que ya empieza a ser demasiado vacuo.

Compartir el artículo

stats