Sé de gente que aún intenta continuar reflejándose en el espejo de su juventud, sin tener ninguna visión sobre el envejecimiento y la belleza interior, y así andan ellos y ellas sin aceptarse, buscando desesperadamente soluciones reparadoras que, muchas de las veces, dejan sus rostros con las facciones antinaturales y casi extravagantes, sin importarles lo más mínimo los resultados porque lo único que les hace sentir bien es verse bellos, más atractivos y más jóvenes. Pero la culpa de todo esto la tiene nuestra frívola e insubstancial sociedad que sólo se preocupa de que tienes que ser y estar siempre guapo, y de que debes demostrar con lujos y derroches la prosperidad de tu economía, o sea, un laberinto con pocas entradas espirituales. Y me pregunto, ¿cómo no se dan cuenta de que sólo se trata de un espejismo? Lo lamentable, entre otras cosas, de este mundo veleidoso, vacuo, superficial, hueco y materialista que triste y desgraciadamente nos ha tocado vivir, es esa obligada proyección que rige al cerebro, como a un ganado de ovejas, obligándole a creerse que lo realmente importante en esta vida está en gastar y demostrar al prójimo que con firmas reconocidas, marcas mundiales y carísimos placeres, "yo soy más feliz que tú". No quiere decir esto que no disfrutemos de los buenos goces que nos ofrece la vida, y que renunciemos a concedernos caprichos, a viajar cuanto podamos, etcétera, porque el epicureísmo, el deleite, son muy humanos, que ya lo decía Napoleón Bonaparte, "no puedo vivir sin champán. Si venzo, me lo merezco; si pierdo, lo necesito". Y es que con o sin dinero, siempre hay una buena razón para disfrutar de las deleitaciones que nos ofrece nuestro camino por este bello y difícil planeta, como por ejemplo abrir una botella de cerveza y brindar por la vida. Que no es poco. Y además, para muchos-muchísimos, este es un brindis exquisito y barato. Y si en Canarias se le añaden unos chochos y unas carajacas acompañadas con pan bizcochado de matalahúva y unas aceitunitas del país, ¿quién da más? Ahí es nada para el asombro de tanta gente trivial y fútil. Que tengan un buen día.

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