El teatro Pérez Galdós surgió como una imperiosa necesidad para una ciudad que, en la segunda mitad del siglo XIX, ya tenía una inquietud cultural incompatible con el antiguo teatro Cairasco, ubicado en el edificio que hoy acoge al Gabinete Literario y con el que compartió sede, el primer coliseo que tuvo esta ciudad. Su construcción se inició en 1842 y acabó tres años más tarde, en 1845, pero desde muy pronto se quedó pequeño y anticuado. A ello se unió además que el propio Gabinete, fundado el 1 de marzo de 1844, demandaba cada vez un mayor espacio para desarrollar sus actividades y poder atender las demandas de sus cada vez más numerosos socios. Así, no es de extrañar que desde 1859 ya se hablara de construir un nuevo teatro mediante suscripción popular, auspiciada esta por al ayuntamiento y el Gabinete Literario.

En 1866, una vez prevista la viabilidad económica mediante la búsqueda de accionistas (colaboraron desde ricos comerciantes hasta pequeños empresarios y personas humildes), había que decidir su ubicación, para que le se barajaron más de 10 posibles lugares de Vegueta y Triana hasta que finalmente se decidió hacerlo en el solar de Bocabarranco donde hoy se erige, también conocido como "de la Pescadería". Finalmente se elevó aquí porque reunía las tres condiciones buscadas: economía (el solar lo ponía gratis el Ayuntamiento), buena ubicación (entre los dos únicos barrios de la ciudad y cerca de sus puentes) y cercanía al mar (visible a todos los barcos que tuvieran entrada en el muelle de Las Palmas).

Este escenario tuvo tantos defensores como detractores, criticando estos últimos la cercanía a una ruidosa playa de callaos, las posibles crecidas del Guiniguada, el costoso mantenimiento por el deterioro del salitre y la cercanía de los malolientes tinglados de pescado. Esta situación le reflejó de manera muy concisa José Pérez Vidal en Galdós en Canarias.

El propio Galdós, un activo joven estudiante por aquel entonces, considera inapropiado edificar al teatro a la orilla del mar. Debió pensar que el lápiz de dibujo sería mejor arma que la pluma para expresar su opinión sobre el emplazamiento elegido para el nuevo teatro, cuyo testigo es la serie de dibujos El Gran Teatro de la Pescadería. Después se decidió también por la tinta mediante la invocación a Cairasco de Figueroa, Padre de las Letras Canarias, para que resucite y ponga fin a tan descomunal despropósito como en este verso del poema completo que pueden encontrar en "La Ciudad de Galdós. Las Palmas de Gran Canaria ayer y hoy":

Al ver la chata cúspide

del coliseo náutico,

una sonrisa lúgubre

bulló en sus labios cárdenos,

y con expresión hórrida

exclama contemplándolo:

"¿Quién fue el patriota estúpido,

quién fue el patriota vándalo,

que imaginó las bóvedas

de este teatro acuático?"

¡Por vida de San Críspulo!

que a genio tan lunático

merece coronársele

con ruda y con espárragos,

para que el tiempo próximo

en los anales clásicos

lo aclame por cuadrúpedo

con eternal escándalo.

La Comisión de Ornato del Ayuntamiento consideró que este era el mejor lugar y, para acallar las protestas vecinales, el Consistorio se comprometió a construir un muro de contención delante del teatro, suavizar el terraplén de la desembocadura del Guiniguada y, por último, eliminar los tinglados de pescado de la zona. El proyecto de construcción se le encargó al arquitecto Francisco Jareño, autor, entre otros edificios, de la Biblioteca Nacional y la Casa de la Moneda, en Madrid. Cuando este presentó el proyecto ya venía el nombre que debía llevar: Teatro Tirso de Molina. Al parecer, tenía este proyecto terminado para otra ciudad española, y ante la premura del encargo que se le hace desde Las Palmas, no duda en presentarlo. En 1869 comenzaron las obras de cimentación, y en 1887 se colocó el "clavo de oro". El Tirso de Molina se inauguró oficialmente el 6 de diciembre de 1890 con la puesta en escena de La Traviata.

Sin embargo, a raíz del estreno de Electra (escrita por Benito Pérez Galdós) en este coliseo, el 16 de abril de 1901, con un éxito impresionante que finalizó con vítores a Galdós y gritos en pro de la libertad y en contra de la Iglesia, la población le empezó a llamar teatro Pérez Galdós aunque, según testimonia Juan Rodríguez Drincourt, oficialmente no se llamaría así hasta el Pleno Municipal del 12 de octubre de 1910, que es la primera vez que se denomina al teatro como Pérez Galdós en el libro de actas de la Corporación, hace justo hoy, Día de la Hispanidad, 106 años.

El pavoroso incendió que sufrió la noche del 28 de junio de 1918 cambió su fisonomía gracias a la excelente intervención de los hermanos Néstor y Miguel Martín Fernández de la Torre, abriéndose diez años más tarde. Su segunda 'reapertura' tuvo lugar el 14 de abril de 2007, tras permanecer 6 años en obras. Desde entonces, el teatro Pérez Galdós está a la vanguardia de los teatros españoles. Hoy cumple 106 años con ese nombre. Felicidades.