Se acerca una huelga singular nunca vista en la historia de la Educación. Si se produce, será algo así como una huelga de libros, lápices, libretas y manos "caídas" que tendrá lugar en las cocinas o cuartos de los niños donde suelen hacer los deberes los hijos después de clase. La asociación de padres y madres del alumnado (Ceapa) anuncia que pedirá al conjunto de profesores que no pongan deberes a los niños los fines de semana del mes de noviembre. En caso contrario llamarán a las familias a rebelarse y que presenten un documento en la dirección del colegio en el que quede constancia: "Mi hijo no lleva deberes por decisión familiar". Ya hace un tiempo que dicha organización viene reivindicando que se debe recuperar el tiempo libre para los niños. Encuestas realizadas a padres y alumnos demuestran el descontento reinante, cuando no rechazo frontal, al agobio que supone, para los hijos, soltar los libros cuando se llega de clase, comer y ponerse a hacer ecuaciones, memorizar datos, completar preguntas o cumplir una pena impuesta por los maestros o profesores: terminar las tareas que no quisieron o no pudieron terminar en las horas lectivas de clase. Es una de las razones que se suelen justificar para marcar deberes. Con lo cual se produce el efecto contrario al objetivo que se pretende: de una parte prolongar el horario escolar más allá de las siete horas diarias, por lo que los hogares se convierten en una prolongación de la escuela, y de otra se contribuye a aumentar el rechazo de los alumnos a las materias de estudio y al entorno escolar en general. La propuesta de no hacer deberes, o al menos tantos deberes, seguro que alegrará a un montón de chicos y chicas que la mayoría se ve obligada a hacer, haciéndose los remolones ("después los hago" seguido de enojo e insistencia de la madre o padre que en ese momento esté presente en la casa) con las manos grasientas del bocadillo, la punta del lápiz en la boca pensando en las musarañas. Lo de que ese tiempo libre, según propone la asociación, se dedique a estar con los padres habrá que verlo y no hay institución que lo pueda ni evaluar ni controlar. Queda a discreción de padres y los propios hijos. Seguro que muchos de estos los destinarán a hacer realidad uno de los eslóganes que, en estas semanas, circulan por los medios y redes sociales: "Menos deberes y más juegos".

El descontento y protesta contra el exceso de deberes escolares no es nuevo y los que nos hemos dedicado al estudio y diagnóstico de diferentes problemas de conducta lo hemos podido constatar y tratar en el ámbito familiar y escolar con el severo obstáculo de que son las propias escuelas, colegios, tanto públicos como privados, y las instituciones educativas, las que se ven presionadas para el logro de objetivos curriculares, muchas de las veces fuera de contexto y lejos de los intereses del alumnado y familia. Tienen razón los pedagogos que abogan porque cese la presión de los deberes y que las tareas y actividades diarias en el aula deben ser suficientes para el logro de los objetivos curriculares del alumno medio. Así ocurre, por ejemplo, en países nórdicos como en Finlandia. Claro que en este país el presupuesto en Educación equivale al de tres ministerios en cualquiera de los últimos gobiernos del Estado español. La solución entraña planteamientos racionales que apliquen sinergias entre diferentes sectores educativos siempre a favor del bien último del alumno que aprenda, no solo conceptos, datos y números, sino habilidades en un entorno motivante. Esto corresponde a la escuela. A la familia se la puede involucrar en que colabore en el aprendizaje integral de los hijos, por ejemplo con actividades y tareas complementarias. En vez de someter a unos padres al calvario diario de arrebatos, discusiones y enfrentamiento con los hijos por los deberes escolares con el agravante de que estos se vean obligados a reciclarse en temas y lecciones ya olvidadas cuando no completamente nuevas y desconocidas, resultaría mucho más interesante y provechoso que leyeran juntos un texto, una obra que les ayude a ver con otros ojos el mundo o acompañarlos en una visita a un museo histórico del pueblo o ciudad donde viven. Que hicieran senderismo por un paraje rico en flora y fauna o que, como padres, madres, abuelos de antaño, les enseñaran la suma, el debe y el dividendo de la compra de la tienda y el supermercado. Y que del resultado de todo esto el alumno diera cuenta, como tarea extraescolar, a su profesor, profesora o tutor. Que empleen el tiempo libre en actividades artísticas, musicales tan denostadas y olvidadas por un sistema educativo pleno de falso utilitarismo y exento de lo fundamental: enseñar a los alumnos a pensar, a ser y saber estar en un mundo complejo. Tarea de todos que difícilmente se podrá llevar acabo en la mesa de una cocina o mandando a los chicos a hacer los deberes diarios, solos, en su cuarto cuando la mayor parte del tiempo lo pasarán pendientes más del móvil y la play que de las dichosas tareas que no terminaron en la clase por estar de palique con el compañero o mirando para los celajes.

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