El 1 de Julio de 1535, y después de cuatro interrogatorios, Tomás Moro es considerado traidor y condenado a muerte por orden del rey Enrique VIII de Inglaterra por negarse a dos cosas que le pide el mismo Rey: a firmar el Acta de Supremacía por la que el rey era declarado cabeza de la Iglesia de Inglaterra y a reconocer el matrimonio del Rey con Ana Bolena declarando nulo el matrimonio con Catalina de Aragón. En la mañana del 6 de julio de 1535 Moro fue ejecutado y pasó a la inmortalidad. Canonizado por Pío XI en 1935, fue proclamado patrono de los gobernantes y políticos por Juan Pablo II en 2000. Moro permaneció aislado y confinado en la Torre de Londres durante los últimos meses de su vida mientras escribía que ninguna autoridad tenía derecho a forzar a nadie a cambiar de opinión y hacer que su conciencia pasase de un lado a otro. Tres acontecimientos señalaron el escenario sobre el que se proyectó su vida: el fenómeno cultural del Renacimiento, la Reforma de la Iglesia y el Descubrimiento de América. Político sagaz, ocupó el puesto de parlamentario inglés, embajador, sheriff (oficial que hace justicia en nombre del rey) de Londres, miembro del consejo privado del rey Enrique VIII, portavoz en la Cámara de los Comunes y Canciller del Reino.

Tomas Moro nació el 7 de febrero de 1478 en Londres. Hombre culto que dominaba el latín y el griego, comenzó en 1496 a estudiar Derecho a la edad de 18 años. Al final de su carrera universitaria conoce a Erasmo de Rotterdam, su amistad más influyente y decisiva que durará hasta su muerte. Era un hombre que en su vida, en su trabajo y en sus escritos estaba lleno de un gran humanismo y una inmensa honradez. Para Moro, el deber fundamental de un gobierno es asegurar las condiciones del bienestar general, por lo que los gobernantes deben ser educados para conseguir el bienestar del pueblo. Solo una educación entendida como formación intelectual y de la persona puede transformar la sociedad. Su trabajo y sus obras, entre las que se incluye Utopía, una de las obras clásicas del Renacimiento y cuya actualidad es mayor hoy que cuando la escribió, hicieron de él un hombre para la eternidad, título de la obra de teatro de Robert Bolt que logró gran éxito en la pantalla a partir de 1966 y contribuyó a popularizar la imagen de Moro como un mártir por causa de su conciencia.

El libro Utopía, escrito originalmente en latín, es fruto de la sabiduría y originalidad mental de Moro y de su amistad con Erasmo. La primera edición se publicó el 1 de noviembre de 1516 y el primer título que Moro dio a su obra era "Nusquam" que significa "En ninguna parte". El término utopía es su traducción griega, un lugar paradisíaco que nunca existió, y que 500 años después se ha universalizado para expresar lo que no existe o es irrealizable. Un explorador de ficción Rafael Hythlodaye y otros miembros de la tripulación de Américo Vespucio abandonan la travesía y llegan a la isla Utopía. Moro recurre a los supuestos relatos de Raphael tras su regreso de aquella isla, pero en realidad está haciendo una crítica de la sociedad de su tiempo, en donde la soberbia, la avaricia y la falta de honradez de sus dirigentes y empresarios habían pervertido el orden social y económico inglés. Moro describe la isla de Utopía como una sociedad feliz basada en la justicia y en la que se ha abolido el poder del dinero. Cinco siglos después de haberse escrito, esta obra nos recuerda la mejor literatura revolucionaria de nuestro tiempo. La isla de Utopía es una federación de 54 ciudades-estado (los antecedentes al mundo clásico de Platón son obvios). El príncipe de cada ciudad es elegido entre los ciudadanos y un Senado regía todos los asuntos generales de la isla. Pero por encima de la estructura social, política, laboral, económica y de servicios, existía una estructura con un código moral que hace de ella la más feliz de las islas, en donde el hombre debe buscar por sí mismo su plena realización en los valores del espíritu, la cultura, la ciencia y la participación activa en política.

La Inglaterra feudal no llegó a captar el mensaje de Tomás Moro, pero tampoco los socialistas de nuestros días han sabido interpretarlo. Qué actual se nos hace Moro que arremete contra aquellos que cegados por las legañas espesas de la ignorancia y movidos por la envidia juzgan las causas justas. Son personas que aunque gozan de una injustificada reputación y divagan sin decir nada, no son más que ingenuos que se pirran por sus propios comportamientos y pretenden alumbrar el sol con un candil. Esos ignorantes vuelven a despertar utopías trágicas, de signos muy contrarios, como los neocomunistas de Pablemos que anteponen los valores del Estado totalitario por encima de los de la persona. O el fanatismo separatista, una muestra radical del neofeudalismo enmascarado por la búsqueda sin sentido de una identidad singular en un mundo globalizado. Sin embargo, creo que la utopía es posible y realizable y forma parte de nuestra historia. Como decía Moro, "si no logras que lo malo se torne bueno, haz por lo menos que el mal se limite al mínimo". Buen día y hasta luego.