La Provincia - Diario de Las Palmas

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Papel vegetal

La militancia

Parece que algunos tienen miedo a la que llaman "militancia". Deben de confundirla con la plebe, la que, siempre desinformada, se deja guiar sólo por sus peores instintos.

Prefieren que sean los órganos de dirección quienes decidan cuando se plantea una cuestión grave porque disponen de todos los elementos y saben lo qué es mejor para el partido.

Tal forma de actuar no plantea ningún problema al PP, donde siempre ha decidido alguien arriba y nadie se ha atrevido a discutir sus decisiones: por antidemocrático que nos parezca a algunos, es su ventaja.

Pero el PSOE parecía aspirar últimamente a ser otra cosa, a dar más poder a los militantes con la elección por éstos de su secretario general en primarias, a escuchar más a la calle.

Parecía, digo, porque ha terminado dando un golpe de timón, y parece ahora arrepentirse del rumbo iniciado y que culminó en la elección de Pedro Sánchez, un hombre al parecer sin cualidades.

Y cada vez resulta más claro que la llamada "gestora" se inclinará finalmente por dejar gobernar a Mariano Rajoy. Se trata sólo de dar tiempo a que se enfríen los ánimos de militantes y votantes.

¿Cómo es posible que con un Partido Popular acosado por gravísimos casos de corrupción, el PSOE haya ido de desastre en desastre elección tras elección?

¿Cómo es posible que, con dos procesos judiciales en marcha en este momento - el caso Gürtel, por un lado, y el de las tarjetas "black", por otro- tenga el PSOE que temer más de unas nuevas elecciones que dejar que siga gobernando Mariano Rajoy?

¿Es el problema exclusivamente del débil y equivocado liderazgo de Sánchez o tiene que ver también con el surgimiento por la izquierda de Podemos, un partido que ha sabido conectar mejor con las nuevas corrientes sociales y sobre todo con los jóvenes?

Algunos no se han cansado de proponer una gran coalición entre el PP y el PSOE como la que existe entre partidos equivalentes en otros países europeos: es el caso, por ejemplo, de Alemania y Austria.

Pero ocultan que en esos países, de mayor calidad democrática que el nuestro, la cúpula del partido gobernante se habría visto obligada a dimitir por la presión social tras el estallido de los primeros casos de corrupción.

Pero nada de eso ha ocurrido aquí: siguen al frente los mismos que se han pasado una legislatura maltratando sin piedad a una incompetente oposición, cuyo apoyo ahora reclaman.

¿Se lo darán, absteniéndose, los barones del PSOE que defenestraron a Sánchez, sin exigir nada a cambio? ¿Traicionarán así a sus propios militantes en aras de eso que llaman la estabilidad del país?

¿Por qué establecieron unas líneas rojas a cualquier pacto con Podemos con el hipócrita pretexto de que ello significaba abrirse a quienes sólo quieren "romper España"? ¿Tanto temían acabar devorados por el partido del nuevo Pablo Iglesias.

Y por cierto, ¿cómo, sin dialogar también con los independentistas, por descabelladas e insolidarias que nos parezcan sus propuestas, va a resolverse alguna vez el problema de Cataluña?

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