La Provincia - Diario de Las Palmas

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Zigurat

A imagen y semejanza

Quizás nos estén ocultando la madre de todas las fórmulas matemáticas, el método científico para saber que existe vida más allá de este planeta doliente, que rueda por inercia cansado de sufrir en sus cicatrices nuestra ambiciosa e indefectible dominación de todas sus criaturas, empezando por lo que pisas, o que ves o te imaginas: esto es haber claudicado ante la responsabilidad que tenemos como parte de lo que existe, con un poco más de dos dedos de frente. Porque lo que no entiendo, ni con las estadísticas y los medidores de población y su alimentación, es la maratón en la que están embebidos las grandes potencias del mundo y que tiene en Marte su destino.

Los rusos, los chinos, los estadounidenses, los europeos, los japoneses, sienten la imperiosa necesidad de legarles a los que vienen otro planeta al que cultivar, destruir con un desarrollo sostenible -siempre he visto esta frase como un oxímoron, lo que no sé es el sentido que de esta se deduce, más que su contradicción- y volver a empezar la civilización o el descubrimiento más lejos aún en el tiempo.

A lo mejor están en la certeza de que no hay nadie que gobierne el universo, ningún ser o concepto superior que nos conduzca por el buen camino; o acaso el dios que todos tienen en la cabeza hace tiempo que ha hecho mutis por el foro, dolido, asombrado y desilusionado con esta especie que canibaliza a su semejante de forma ritual y cíclica, esparciendo sus restos por el polvo de la historia que nos cuentan.

En cierta medida, es hasta lógico que siendo como somos no nos quieran ver ni en barro hecho a mano y que la justicia, única verdad, sea para las generaciones futuras que tendrán que inventarse otro pasaje mítico donde salgan mejor parados y nosotros mejor historiados.

No estoy jugando con un concepto que tiene la carga de profundidad semántica que palabra alguna tenga desde el principio de los tiempos y que transita la mente de los seres humanos sean de donde sean y piensen lo que piensen, porque hasta los que ven tabla rasa sobre este asunto también tienen una idea, igualmente preñada semánticamente e interculturalmente, que necesita su propia dinámica especulativa.

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