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Crónicas galantes

Soberanía municipal y espesa

Un teniente de alcalde se empeñó el otro día en trabajar aunque fuese festivo: y para ello procedió a romper en público la orden de un juez que le mandaba tomarse el día libre. A continuación, él y varios concejales se pusieron a la faena. Para que luego vayan diciendo por ahí que los políticos no se ganan el sueldo.

Abrir una dependencia pública en día feriado es una anomalía, ya sea en Badalona o en Pekín. Algo así como si, a la inversa, una funeraria pusiera el cartel de "Cerrado por defunción" para disculparse ante la clientela.

No obstante, el edil catalán e insurgente tenía razones de peso para alzarse contra la dictadura de los calendarios con los que el Gobierno fija los días de inactividad laboral. Al igual que otros de sus colegas, el laborioso teniente de alcalde de Badalona alegó que el 12 de octubre puede ser la fiesta nacional de España, pero no la suya ni la de su municipio; y que por tanto, nada había que festejar.

Esto mismo ya lo había puesto en rimas, con más gracia, el cantante francés George Brassens en su poema La mala reputación. Decía Brassens que el día de la fiesta nacional, él se quedaba en la cama igual, "porque la música militar nunca me supo levantar".

No parece que sea el caso del concejal badalonés, al que tal vez emocionen y enciendan las fiestas nacionales, siempre que se trate de las suyas. Podría haberse quedado en la cama, como sugería Brassens; pero en lugar de eso optó por el madrugón para hacer una especie de huelga a la japonesa. Lo hizo junto a otros concejales y al alcalde del municipio que, como casi todo en España, estaba en funciones.

Fue, por así decirlo, un acto de soberanía municipal, que es el nombre algo más prolijo que actualmente se le da a las españolísimas alcaldadas. El impulso soberano que llevó al edil a declararse en rebeldía ante las puñetas de los jueces podría abrir, en todo caso, un delicado conflicto de jurisdicciones entre los poderes del Estado, que hasta ahora eran el legislativo, el ejecutivo y el judicial. A esta habitual trilogía habrá que añadirle ahora la cuarta pata del poder municipal y espeso, cuya bandera acaba de levantar, heroicamente, un edil de Badalona.

En realidad, los concejales insurgentes no han hecho otra cosa que imitar el comportamiento del ex presidente de la Generalitat, Artur Mas, quien anda en tratos no deseados con la Justicia por convocar hace un par de años un referéndum sobre la autodeterminación de Cataluña. Aunque de más modesto alcance, la negativa de los ediles a acatar el calendario gubernamental de días festivos coincide con la iniciativa de Mas en el común enfrentamiento al poder judicial.

Mucho más creativa que la vieja desobediencia civil, ejercida por la sociedad contra los gobiernos, esta nueva forma de desacato consiste en que un gobernante -ya sea vicealcalde, ya presidente autonómico- incite a sus gobernados a desobedecer a otros poderes. La única pega es que ponen al ciudadano en el brete de obedecerles a ellos o a la legalidad vigente.

Peor aún que eso, los vecinos podrían tomarle la palabra a los concejales y ejercer también su soberanía unipersonal de ciudadanos negándose al pago de multas y tributos municipales o a cumplir con las leyes que no les pareciesen adecuadas. La desobediencia la carga el diablo, que también la practicó en su día con los resultados que se conocen.

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