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'Cuando tienes 17 años'

Despertares

En estos momentos hay películas que, de entrada, lo tienen bastante crudo para hallar una cantidad suficiente de público que les permita sobrevivir en la feroz jungla de nuestras carteleras. Cuando tienes 17 años de André Téchiné es una de ellas. No hay que engañarse, hoy en día resulta más arriesgado (comercialmente hablando) realizar un modesto drama que hace de la emoción serena y desdramatizada su mayor aliciente, que una producción costosa como Inferno, dirigida a porciones de público más nutridas y voluntariosas. La última película de Téchiné, otrora director de Los juncos salvajes, Lejos y Los testigos, es la típica película que, para su desgracia, encuentra en su propia modestia de concepción y materialización el más encarnizado enemigo de cara a obtener la aprobación de un público medianamente numeroso.

Pero lo mismo que digo esto, digo que Cuanto tienes 17 años es la mejor película que he visto este año. Este pequeño pero dignísimo filme sobre el despertar de dos adolescentes galos, Damien (Kacey Mottet Klein) y Thomas (Corentin Fila), que sienten una atracción mutua, pero que les cuesta reconocer, que se erige en una sosegada pieza de cámara a degustar sin arrebatamientos. No ofrecerá grandes momentos de pasión o sexo homosexual, porque lo que busca contar el director de Los inocentes es otra cosa, esos primeros sentimientos, esa primera desorientación.

Con un material de base que pudiera haber dado lugar al más rutinario telefilme de sobremesa (véase, o mejor no, Nuestro hijos de John Erman o Regreso a Maple Drive de Ken Olin), Téchiné compone, apoyándose en unas magníficas interpretaciones de Kacey Mottet Klein, Corentin Fila y Sandrine Kiberlain (maravillosa en el papel de Marianne, la madre de Damien), una medida y cálida reflexión sobre la dificultad de crecer, las frustraciones personales, la colisión de sentimientos contrapuestos y las fricciones entre el mundo juvenil y el adulto. Cuando tienes 17 años no sorprende por su originalidad, pero se aplica bien a unos claros códigos genéricos, con una distancia que evita caer en el melodrama.

Dije más arriba que Cuando tienes 17 años tenía su mayor aliciente en su emoción serena y desdramatizada, pero esto no quiere decir que no encierre en su interior un callado grito desgarrado, un lamento que tiene tanto de visceral y rabioso como de bello poema visual (imposible de separar de la excelente fotografía de Julien Hirsch) que habla de la sensibilidad extrema de su director. Cuando tienes 17 años corre el riesgo de pasar desapercibida en ese tierra que es la disputa por hacerse un hueco en la cartelera. Sería una pena ya que se trata de una obra honesta y de difícil sencillez.

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