La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

'Julie' escribe la historia

El estreno ayer de la película Julie en Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad de nacimiento de su directora, Alba González de Molina, y su montador, Óscar Santamaría, y de residencia de su actriz protagonista, Marine Discazeaux, es historia del cine en las Islas. Con Julie la directora, de 27 años, ha unido su nombre al listado de mujeres canarias con un largometraje de ficción. María Miró, Dunia Ayaso, Mercedes Afonso Padrón y Antonia San Juan son, por orden de aparición, los cuatro nombres que la precedieron. Antes que ellas, la orotavense Nieves Lugo pasa por ser la primera mujer cineasta de las Islas, en su caso películas cortas de cine amateur de los años 40 y 50. Hay más nombres de mujeres asociados al cine, pero la también productora tinerfeña Ana Sánchez-Gijón, de origen valenciano, es otra figura necesaria si hablamos de mujeres directoras en las Islas.

Del grupo de directoras de cine de las Islas con largometraje, Miró fue la primera, con Los baúles del retorno (1994), filme que puso en el mapa del cine de ficción el conflicto del Sáhara Occidental; Ayaso, fallecida en febrero de 2014, la más celebrada, con cinco largometrajes y una serie de televisión con amplios reconocimientos; la palmera Afonso la única que no es nacida en Las Palmas de Gran Canaria; y San Juan la más popular, pues combina sus dos largometrajes (el último, Del lado del verano, 2012), con funciones de teatro y trabajos como actriz en programas y series de televisión.

De todas, Alba González de Molina es la que llegó antes al largo de ficción, un logro que la sitúa en primera línea de todos los cineastas de Canarias. Su precocidad es solo superada por Adrián Guerra (muy difícil adelantar al productor de Escaleritas) y comparable a la del director de El Calero (Telde) Mateo Gil. No es un mérito fruto de la casualidad. Escritora de vocación y formada con estudios universitarios en Madrid en tiempos del Movimiento 15-M, con 22 años logró los primeros premios en certámenes de cortos en la capital de España. A la misma edad compaginó la carrera para viajar un verano con un grupo de compañeras en furgoneta por España y Francia y firmar, con Blanca Ordóñez, su primer largometraje documental, Stop. Rodando el cambio (2013). La película ha superado las 140.000 visitas en Youtube.

Con Julie, y sin otro respaldo que la modesta película rodada gracias a una campaña de micro mecenazgo, logró entrar en sección oficial del festival de cine de Málaga, cita que es, tras el festival de San Sebastián, la principal referencia para testar el cine español del año. Junto con el tinerfeño David Cánovas, González de Molina -ambos con una ópera prima bajo el brazo- es la primera de las Islas en conseguirlo. Julie cogió con el paso cambiado a prensa y crítica. Y se trajo de la capital andaluza de la Costa del Sol dos premios, el Asecan de la crítica andaluza a la Mejor Ópera Prima, y el de Mejor Actriz de Reparto para Silvia Maya.

Todo el que conozca el proceso de creación y producción de cine sabe lo difícil que es sacar adelante una película y no resbalar, no digamos si encima es la primera y la has hecho casi con tus propias manos. A continuación, lo complicado que resulta destacar, sometidos al escrutinio -pocas veces amable- de prensa, crítica y público. Julie es un filme que huye como de la peste de la pretenciosidad. Y frente a las películas que buscan que el espectador crea que lo que pasa en la pantalla ocurre de verdad, es cine con verdad, desarrollado sobre una idea sencilla que cuenta con un elemento, original y brillante, que le aportó el músculo necesario a la ilusión de los que participaron en él: localizarse en la aislada ecoaldea leonesa de Matavenero. El guión está escrito concienzudamente y su puesta en escena es más que eficaz, soportada por interpretaciones solventes, alguna sobresaliente. Además, tiene un gran trabajo de montaje. Julie da a conocer a una directora que demuestra sabiduría, talento y una determinación de hierro.

El audiovisual se diferencia de otros ámbitos culturales por su potencial para crear tejido industrial. Es la razón por la que cuenta con ayudas públicas. Por eso, al cine de Canarias le iría mucho mejor si las instituciones públicas que tienen la obligación de velar por su progreso se guiaran menos por los gustos personales y más por aquello que menos margen ofrece para la subjetividad. Esto es, por los méritos que acumulan películas y cineastas. ¿La película ha conseguido llegar al público? ¿Ha sido un público amplio? ¿Ha sido elegida en selecciones importantes de festivales de prestigio, ha obtenido premios? ¿La iniciativa ha generado empleo, ha cumplido las expectativas profesionales del equipo técnico?

La irrupción de Alba González de Molina en 2016 con su película Julie ha sido, hasta hoy, la principal noticia para el cine de Canarias de este año, un hito que guarda un feliz paralelismo con la de Adrián Guerra en el año 2013, cuando se dio a conocer de forma amplia gracias al rodaje en Gran Canaria de Grand Piano. Ambos pertenecen a una generación nacida en los 80 -Adrián el año de E.T. El extraterrestre (1984), Alba rozando los 90-. Ambos auguran una continuidad a la altura de los importantes retos que se le presentan al cine en Canarias en los próximos años. Que puedan seguir desarrollando trabajos sin perder el vínculo con las Islas beneficiará siempre al conjunto.

Compartir el artículo

stats