La Provincia - Diario de Las Palmas

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Viaje a ninguna parte

Desde el inicio de la muestra el pasado jueves la mayoría de las películas que han desfilado por la pantalla de la Casa de Colón no han hecho más que corroborar nuestra certeza de que el cine del futuro, ese que, sin obviar la tradición bien entendida, intenta reinventarse día a día al compás de los tiempos, sigue cociéndose a fuego lento en los fogones del cine iberoamericano. Nombres como Pablo Larraín, Lorenzo Vigas, Pablo Trapero, César Augusto Acevedo, Camilo Restrepo, Amat Escalante, Carlos Reygadas, Michel Franco, Jayro Bustamante, José Padilha, Miguel Gomes o Matías Bize así lo vienen avalando desde hace más de cinco lustros.

No es, desde luego, el único foco de efervescencia creativa en el cine actual pero sí el laboratorio de experimentación cinematográfica más activo, audaz e innovador de las dos últimas décadas, tal y como queda perfectamente de manifiesto con la presencia abrumadora de producciones mexicanas, argentinas, colombianas, chilenas, ecuatorianas, portuguesas, brasileñas, venezolanas o peruanas, en las secciones competitivas de los certámenes internacionales más prestigiosos del planeta, acaparando premios y homenajes y, lo que es más importante aún, marcando tendencia en medio de esa oferta cada vez más ingente y variopinta de producciones cinematográficas que inundan hoy los mercados internacionales.

La presentación esta tarde de El abrazo de la serpiente, del colombiano Ciro Guerra, y de Alba, de la ecuatoriana Ana Cristina Barragán, dos de los filmes más inspirados de la presente edición, aportará nuevos argumentos para seguir constatando el interés, cada vez más extendido, del mundo del cine por estas jóvenes cinematografías que se abren camino entre la precariedad material y el impulso irrefrenable de explorar nuevas escrituras desde la convicción de que estamos asistiendo a uno de los episodios más desconcertantes y radicales de su historia reciente.

El abrazo de la serpiente, dirigida por Ciro Guerra a partir de los apasionantes diarios del etnólogo alemán Theodor Koch-Grunberg y del biólogo estadounidense Richard Evan Schultes, nos introduce en pleno corazón de la selva amazónica, un espacio indómito donde se enfrentan dos visiones totalmente opuestas sobre el papel que juega la naturaleza en la pervivencia de las especies: la que sostiene Karamakate, un viejo chamán de una tribu ya extinguida, y la que defienden los depredadores de los recursos naturales, los poderosos señores del caucho, cuya presencia a lo largo del filme nunca se hace visible salvo a través de las coléricas invectivas de los nativos.

La película, ópera prima de su director, pone el foco en la peripecia común de Karamakate y los dos científicos que, en épocas muy distantes, le acompañan en su empeño por recorrer el Amazonas hasta encontrar la misteriosa yakruna, una planta desconocida de efectos alucinógenos, que despierta inmediatamente la curiosidad científica de ambos exploradores por sus hipotéticos usos medicinales. Rodada en un excelente blanco y negro, El abrazo de la serpiente consigue, pese a sus limitados recursos técnicos, que el espectador se sumerja a fondo en el discurso de matriz antropológica que nos propone Guerra, mediante el empleo inteligente de una cámara que observa con objetividad, belleza y precisión la esforzada odisea de sus protagonistas a lo largo del río más caudaloso de la Tierra.

Alba, sin embargo, nos sitúa en otro escenario, mucho menos extremo y espeso, aunque igualmente complejo: los conflictos propios de la preadolescencia en un mundo sembrado de terrores íntimos, incertidumbres y represión. Y aunque supone la primera experiencia de esta cineasta en el ámbito del largometraje, la película pone de relieve una madurez estilística absolutamente admirable.

Así les debió parecer a los seleccionadores de festivales como el de Rotterdam, Tolouse o San Sebastián que apostaron decididamente por ella entre un abundante paquete de aspirantes. La joven que lo ha perdido casi todo en la vida y que, incluso en el colegio, sufre el ensañamiento de sus compañeras por su debilidad de carácter, aparece como un delicado retrato del accidentado paso de la niñez a la adolescencia en medio de un país que ya parece empezar a salir del prolongado atolladero que lo situó la codicia política y la indiferencia internacional durante décadas.

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