El apoyo de más de 40 cargos electos del Cabildo y Ayuntamientos a la inscripción de la propuesta 'Risco Caído y los espacios sagrados de Gran Canaria' en la Lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco supone, de entrada, el reconocimiento de un acervo cultural y la relevancia del mismo para contribuir al progreso socioeconómico de la cumbre de la Isla. Pero al mismo tiempo, y sin minusvalorar lo anterior, asistimos a un momento crucial en cuanto a la gestión del territorio: la Declaración Risco Caído, que afecta a 17.300 hectáreas, supone un avance de primer orden en el consenso para materializar un desarrollo rural sostenible por parte de municipios como Tejeda, Gáldar, Artenara y Agaete, jurisdicciones que al amparo del Cabildo insular de Gran Canaria promueven el reconocimiento global.

El Roque Nublo, el Roque Bentayga, Cuevas del Rey, Roque Camello, Risco Chapín, Mesa de Acusa... Son algunos de los asentamientos y lugares de culto repartidos por la cumbre, ejemplos únicos de la cultura prehispánica y de los últimos sitios de los aborígenes antes de la conquista de los castellanos y durante el periodo de colonización de la misma. Estos enclaves no sólo encierran datos para el contraste de hipótesis científicas, sino que permiten la apertura del campo teórico sobre el origen y procedencia de los antiguos canarios, los enigmas de su vida doméstica, su relación con el tiempo, su lengua, creencias, costumbres, alimentación, luchas internas, concepto de la propiedad, ritos religiosos y mortuorios. Un caudal de interrogantes asentado, para satisfacción de los isleños, en la investigación universitaria canaria. Una tendencia que ha contribuido, asimismo, a una enorme profusión bibliográfica cimentada por la labor pionera del Museo Canario en la materia.

Risco Caído es una prueba de que el ámbito de la investigación arqueológica, etnográfica y antropológica no está cerrado en lo que se refiere a Gran Canaria y su poblamiento. El investigador Julio Cuenca descubrió el santuario y medidor en 1996, que venía siendo utilizado por los pastores de Tejeda para cobijarse del frío y que tenía importante signos de deterioro. Los trabajos arqueológicos y de recuperación, dirigidos por gobierno insular del PP, pusieron al descubierto una estructura arquitectónica que tiene, entre sus elementos más llamativos, unas aperturas que funcionan como un ingenioso y preciso marcador astronómico, que señala con la entrada de la luz del orto solar los momentos de la llegada de los equinoccios y el solsticio de verano. Un hallazgo con extraordinarias derivaciones para el conocimiento del orbe troglodita insular, las suficientes para que pueda pugnar por la inscripción en la Lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en la categoría de arqueoastronomía.

La idea de rentabilizar el pasado más remoto de la cumbre de Gran Canaria abre nuevas perspectivas sobre la pretensión, anticipada por César Manrique en Lanzarote, de vincular el turismo con la cultura. Con protecciones como la de la Reserva de la Biosfera o Parque Rural del Nublo, los municipios cumbreros tratan de exprimir los valores de su identidad sin alterar el conservacionismo que les exige las salvaguardas legales.

El despoblamiento del territorio cumbrero es uno de los grandes enemigos, un fenómeno que avanza sin desmayo desde los años setenta del pasado siglo, al socaire del crecimiento del sector turístico y de la construcción en el Sur de Gran Canaria. Un efecto llamada que declinó con las sucesivas crisis, pero que ha sido sustituido por la búsqueda entre los jóvenes de nuevos horizontes profesionales tras acabar los estudios universitarios. Frente al éxodo, nada tan legítimo como buscar el mejor posicionamiento frente a la competencia de otros parajes, sobre todo tras constatar los resultados de la obtención por parte de Tejeda de la categoría de Pueblo más Bonito de España, un reconocimiento que ha aumentado la afluencia de visitantes al municipio cumbrero.

Pero con los parabienes también aparecen las cautelas. Los reconocimientos o la búsqueda de los mismos deben traer consigo un proyecto clarividente sobre el crecimiento. Hay que establecer pautas y límites para evitar que un salto a la fama de la Cumbre sea traumático, es decir, que ahuyente a un turismo selecto, de montaña, que encuentra en las casas rurales o en el mismo Parador el destino perfecto para descansar. La apuesta por entrar en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco debe venir acompañada por medidas extras de conservación de la naturaleza, del patrimonio arqueológico, del control de las ofertas del sector de la hostelería que afecten a la identidad rural de la Cumbre y con la estimulación de iniciativas agrícolas que contribuyan al rejuvenecimiento de la población.

La cuenta atrás para el proceso ya está en marcha. En marzo del próximo año está prevista la celebración en la Isla del Consejo Nacional de Patrimonio Histórico, órgano encargado de elevar la candidatura 'Risco Caído y los espacios sagrados de la montaña de Gran Canaria' a la Unesco. La previsión es que la reunión se celebre en Tejeda, con la idea de que los miembros calificadores conozcan de primera mano el terreno que pretende alcanzar el reconocimiento. No hay ninguna duda de que reúne los méritos para obtenerlo, y que tal aspiración incorpora también por parte de los firmantes de la declaración un compromiso con los vecinos de los pueblos. Ellos tienen la esperanza de que la iniciativa suponga un revulsivo modulado, no una revolución ni un shock, para una zona con un paisaje que todavía no ha sido atacado por los gestos grandilocuentes del asfalto y de la especulación.

Uno de los retos, quizás el mayor de todos, es crear un relato que de vida a la propuesta de la cumbre, que la haga seductora en un planeta donde ser únicos no es suficiente para alcanzar el éxito. Los gestores de la misma parecen tenerlo asumido. Es un acierto que la estrategia haya dado sus primeros pasos de forma mancomunada, y que el Cabildo Insular mantenga la supervisión de la misma con el objetivo de que la alianza por el patrimonio cultural no se vea dañada. Sería imposible, por ejemplo, explicar el complejo Risco Caído sin pasar por la Cueva Pintada. Los espacios acotados no caben, y menos cuando se trata de fomentar sinergias de las que todos van obtener beneficios.