La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aula sin muros

No hay quien juegue con el gordito del balón

Hubo un tiempo en que se repetía, uno y otro día, la misma escena en los juegos de niños. Estaba la chiquillería en pleno apogeo del partido, gritos de goles, faltas, porfías inacabadas, cuando el gordito, al que casi siempre ponían de portero, se hartaba de no dar un chute, agarraba el balón, se largaba y dejaba al resto con caras destempladas y con la necesidad de buscar una mala pelota de goma a la que seguir pateando. Era al que todos esperaban que llegaba, petulante, con un caramelo o pirulí en la boca y el reluciente balón en las manos. Aclarar que siempre resultaba ser el que tenía el mejor balón del todo el barrio única compensación a ser gordito y ser de los menos hábil en el regate. Pero también que lo de estar rollizo significaba gozar de buena salud. Y es que, entre las madres, estaba extendida la idea de que el niño con cuerpo de pejín estaba poco menos que anémico, necesitado de tomar cucharadas de aceite de hígado de bacalao, preparado por los boticarios, el brebaje de amanecida a base de yemas de huevo, gofio y azúcar, la Quina San Clemente, presente en la mayoría de los roperos de las cocinas o el Calcio-20 una bebida que los chiquillos tomaban a discreción porque sabía a leche y azúcar. Hoy el niño gordito, dueño del balón, es una especie en extinción. Entre razones porque los mejores balones están al alcance de cualquiera. Pero es que la rareza de antaño ha devenido en mayoría. Aumenta el número de niños obesos que se atiborran a dulces y "comida basura" que solo sirven para aumentar el número de calorías, aparecer en las carnes precoces michelines, y lo que es peor, tener el riesgo, antes de llegar a ser adultos, de contraer enfermedades crónicas que le hacen dependientes de medicinas y, a la larga, empeorar su calidad de vida. Este riesgo ya no es pronóstico, es realidad. En el Día mundial de la Alimentación que se ha celebrado el 19 de Octubre resultan llamativos los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud. Da cuenta de que hay unos 40.000.000 de niños menores de cinco años que tienen sobrepeso y alerta de que, además, está creciendo en las áreas mundiales que salen de un estado de carencia alimentaria, cuando no de verdadera hambre y entran en los países en vías de desarrollo. La misma organización mundial asegura que el número de niños con exceso de peso ha aumentado en unos 10 millones desde la década de los 90. Para remediar esta casi pandemia mundial el gobierno chileno prohibirá las sorpresas envueltas en los huevos de chocolate Kinder que esconden un juguete para armar y, además, cambiará el contenido de las cajitas de las viandas, destinadas a los niños, de las casas de "comida rápida". Se trata de una de las leyes pioneras en todo el mundo con el objetivo de combatir la obesidad infantil que, en Chile, el segundo país con más obesos de la America Latina según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), presenta una de las tasas más altas de obesidad infantil. Pero es que la misma organización, ante la evidencia de que la gente de los países más y menos desarrollados se alimenta mal desde que se es chico o chica, propone, de últimas, cargar con nuevos impuestos a las marcas que fabrican bebidas refrescantes que añaden el doble de azúcar a sus preparados de la que cualquier organismo necesita al día. La preocupación llega a nuestro entorno y debe ser motivo de toma de medidas preventivas por parte las autoridades de las islas. Un reciente informe del Ministerio de Sanidad da cuenta de que Canarias es la comunidad autónoma con mayores tasas de obesidad infantil del Estado Español y parte de la Unión Europea. Ofrece el dato de que un 49.6% de los niños tienen un problema de sobrepeso. El problema viene de los últimos años, quizá decenios. Las familias participan de la idea de que "es bueno para comer" dar a niños y adolescentes mucha pasta, bollería e innecesarias golosinas donde está presente, en dosis altas, el azúcar. A mayor abundamiento las instituciones educativas han sido parcas en la divulgación de programas de alimentación sana. Es más, se ha permitido que, en las escuelas y centros de enseñanza, por el tipo de alimentación que se permite y comidas que se sirve, sean muchos los niños y niñas candidatos a padecer diabetes, hipertensión o cargar la sangre de colesterol malo. Las principales recomendaciones que aportan los pediatras, endocrinólogos y dietistas se centran en fomentar una alimentación "sana y adecuada" a las necesidades según la edad y el sexo, beber agua como principal forma de satisfacer la sed, promover juegos activos, así como reducir el ocio sedentario, además de evitar premiar a los niños con alimentos ricos en azúcares y grasas.

Estoy por afirmar que los niños canarios, después que las familias sufrieron las carencias alimentarias de las cartillas de racionamiento, en la década de los cincuenta y con el inicio del desarrollismo de los años sesenta, se alimentaban mejor que los de ahora. O al menos comían más sano. Dieta sencilla, monótona, pero rica en fibra y minerales procedentes de la humilde lenteja, los garbanzos, arbejas y chícharos. Carne quizás poca pero exenta de hormonas. Huevos de gallinero o gallinas sueltas que ponían donde cacareaban. Leche de ganado vacuno, cabra u ovejas engordadas con afrecho y forraje procedente del corte campesino de la propia tierra y los manchones. No hay pruebas de que el alimento básico del isleño, el gofio, engorde. Los datos no engañan. El gordito del balón era una excepción y las yemas con gofio de azúcar de las madres y abuelas no aumentaban la presencia del colesterol en sangre. Si acaso servía para que alguno o alguna le cogiera tirria al sabor u olor a huevo que le acompañaría para el resto de su vida.

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